miércoles, 28 de diciembre de 2016

Estoy tan adolorida que ya no siento cuando me pisotean.
He sido humillada tantas veces que me burlo de mí misma cuando pongo mis esperanzas en algo.
Me han faltado tantas veces al respeto que me he dado cuenta que lo merezco.
Porque no soy nadie, porque en este lugar salgo sobrando.
Fui una buena estudiante, una hija ejemplar, un orgullo de persona, la mejor hermana, la mejor novia, la más destacada, la inteligente, la invencible, la fuerte, la divertida, la razón de seguir de alguien. Fui.
Ahora soy la inútil, la amargada, la dramática, la infantil, la débil, la estúpida, la aburrida, la que estorba, la que debería irse, la floja, la amarga, la infeliz, la vieja, la mala, la mentirosa, la cruel, la solitaria, la arrimada, la culera, la intrusa, la incompetente, la malcriada, la desagradecida, la hostil, la ilusa, la enferma, la exagerada, la mamona, la insensible, la torpe.
Me han fallado tantas veces que el hacerlo yo misma solo era cuestión de tiempo.
"Terca, rejega y obstinada", ¿para qué? ¿por qué debería aferrarme? ¿por qué seguir aquí?  No hay nada. Aquí ya no hay nada en que pueda servir. No existe cosa que yo haga y alguien más no me pueda suplir. No existe cosa que yo diga y alguien más haya dicho ya. No tengo nada para ofrecer.
Nadie aquí me respeta, ni siquiera yo.
Todo me lastima, aún sin siquiera tocarme.
Todo me rompe, a pesar de que estoy hecha añícos. Ya nada me sale bien. Ya ni siquiera hay algo que quiera intentar.
Estoy tan adolorida que ya no siento cuando me pisan. Me he acostumbrado a sentir el frío del suelo en mi cara, a darme un baño para quitarme el polvo de encima y ponerme ungüento para que los demás no noten los moretones.
"Encierrate en el cuarto y no les hagas caso", ¿hasta cuándo, mamá? ¿hasta cuándo voy a seguir siendo prisionera de mis propios anhelos?
"Vas a hacer algo bueno con tu vida", ¿hasta cuando? ¿cuántos años más tengo qué sacrificar para que llegue algo bueno?
"No te rindas, tú siempre has sido muy fuerte", ¿no tengo derecho a cansarme? ¿siempre voy a tener que ser fuerte?
Estoy tan adolorida que ya no siento cuando me pisan, ni cuando me golpean, tampoco siento los gritos, los rasguños, las críticas, las groserías; ya no me duele cuando me mienten, cuando me defraudan, cuando me ignoran, cuando me maldicen o cuando me corren de algún lugar. Ya no me duele la indiferencia, la falta de interés, las amenazas, los reclamos ni las promesas rotas.
Ya no siento nada, ni siquiera ganas de seguir.