Creo que el miedo es impulso y parada en seco; que suena a las llantas quemándose con el asfalto, y al silencio que hacen los árboles cuando descansan; que huele a la acidez del sudor que recorre la frente y sabe a cuando empieza a salir el sol después de una noche muy larga.
Tú y yo tenemos
miedo, nos lo hemos dicho varias veces, las mismas veces que hemos discutido
por no comunicarnos bien, por no entendernos como quisiéramos, por no
acompañarnos como deseamos y por no poder estar cuando el otro lo necesita. Pero
es gracias a ello que creo que nuestro miedo no surge desde la incomodidad que
genera el no querer estar sino desde la desesperación del no quererse ir.
Porque yo no me
quiero ir.
Porque te creo
cuando dices que no te quieres ir.
Entonces, aquí
estamos, en medio de un auditorio a media luz, con una bola de espejos que
rebotan en la cara de personas que repiten “nothing's gonna hurt you, baby. As
long as you're with me, you'll be just fine”, como si la vida se nos fuera en
ello. Porque así se siente el miedo cuando tienes quien te tome de la mano
cuando cruzas una avenida concurrida o cuando caminas en la obscuridad.
Porque así me
siento cuando te digo que tengo miedo y me ves a los ojos.
Porque así quiero
hacerte sentir cuando me dices que tienes miedo y te abrazo.
Porque contigo puedo
arrancar a toda velocidad o frenar de golpe, sentarme con los árboles a
descansar, saborear el sudor de tu frente y esperar a que salga el sol después
de una noche muy larga. Porque contigo el miedo no duele, pero me enseña a
cuidar lo que tengo.
Porque tú y yo
tenemos miedo, sabemos que tenemos miedo, y aun así… elegimos estar.