Dejas caer tu cabeza en mis brazos como si de una almohada se tratara,
y yo no sé cómo explicarte que, para mí, la nube eres tú
que me convierto en río caudaloso
y el agua que llevo proviene de ti.
Enredas tus pies con los míos mientras dormimos
y yo siento como si la vida se me enraizara,
como si fuera un árbol que se aferra a la tierra
en medio de un huracán
pero el huracán soy yo
y la tierra eres tú
mi raíz, eres tú.
Me agarras de la mano despacito,
como quien no quiere incomodar
cuando llega sin previo aviso
pero yo solo quiero que me aprietes fuerte
porque, cuando llegas, la vida se me va rápido
y siento que no alcanzo a sentirte entero.
Me desenredas el cabello antes de dormir
y es como si me deshebraras el alma,
los miedos, las angustias y las entrañas,
los nudos se enredan una y otra vez
pero sigues metiendo tus dedos largos
en cada hueco de mi cabeza,
entre cada espacio de mi anochecer.
Luego te vuelvo a extrañar,
aún y cuando me tienes envuelta
porque contigo todo me sabe a recuerdo
pero de aquellos que se sienten como alivio
Y es ahí cuando descubro
que un cuerpo puede sostenerse en otro
y, a la vez, convertirse en una casa.
Y mi casa, eres tú.