miércoles, 28 de junio de 2017

Mis días terminan mejor cuando el atardecer se esconde atrás de tu cabello.

Llevas la espalda enjabonada y una gota de agua en la punta de la nariz, al borde del precipicio... como mis ganas cuando te apareces húmedo y fresco frente a mí.
Son tus ojos los que me desnudan y le ordenan lentamente a mis manos qué prenda retirar, es tu voz la que me hace entrar en calor y camino sonriente hacia la ducha. El agua está fría. mi piel caliente y tu saliva se evapora en mi cuello.

Tienes una galaxia en el borde de los labios, y tus besos son del color de una constelación.
Eres el satélite de mi cuerpo y giras alrededor de él, me envuelves entre tus piernas y haces de mis costillas un cráter para salir a pasear. Llevas el ritmo en la cadera y tu pélvis forma un infinito con cada ir y venir. Tus caricias se vuelven aire y las siento rozar cada vez más lento por mi piel.
Somos tú yo al borde del sofá, en medio de una noche sin estrellas y gemidos ahogados.
Soy yo con tu bandera metida hasta el centro. Eres tú exhalando éter, aferrándote a mi cintura para después llenarme el ombligo con tu vía láctea. Somos nosotros un par de cuerpos extraños llenos de energía cósmica en medio de un espacio interplanetario. Somos partículas subatómicas. Somos cometas. Somos una estrella fugaz. Somos el hito de nuestra propia existencia.

La obscuridad se torna color ámbar y descansas frente a mí, tan frágil que no me quedan más ganas que abrazarte. Me acaricias la lengua con la punta del dedo medio y yo saboreo mi propio sudor. Me acaricias los labios con el dorso de la mano y yo me vuelvo loca viendo el palpitar de cada una de tus venas. Me acaricias las mejillas con la tibieza de tu pecho, y haces de tus brazos mi refugio cuando llega la tormenta.
Me acaricias la nariz con la perfección de tus clavículas y la longitud del cuello. Me acaricias las pestañas con las arrugas que llevas en la frente. Me acaricias la cabeza y enredas los espirales de tu cabello con mi oreja. Me acaricias las plantas con la punta de tus pies y siento el rozar de mis muslos y tu rodilla. Me acaricias el pubis con una erección que me señala con firmeza.
Me acaricias, me acaricias lento y suave, me acaricias tanto que pierdo la noción hasta que noto que soy yo quien te ha acariciado en todo momento. Te acaricio, te acaricio y soy quien tiene ahora el control.

Mis días terminan mejor cuando el atardecer se esconde atrás de tu cabello.
Porque el calor quema pero no lo suficiente si se trata de dormir contigo, porque el sudor me sabe a vodka y tu lengua me refrescan hasta lo más hondo entre las piernas. Porque no soy Arabella y tú no eres mío. Porque te siento entrar y salir de mí, porque tus manos me moldean los senos tan fuerte que no hago más que gritar. Porque siento tus uñas rasguñando mi escápula t se me tensan las piernas con cada vaivén. Porque mi cabello se balancea sobre tu rostro y yo cierro los ojos, me siento llegar... te escucho llegar. Porque mis días terminan mejor cuando el atardecer se esconde atrás de tu cabello y nuestros cuerpos desnudos bajo una sábana.