Asumirme como
una “mujer feminista” va más allá de conocer a mujeres que han sido heridas, identificarme
como víctima o empatizar con quienes han sufrido. Es levantar la voz por
quienes temen hacerlo, luchar por aquellas a las que no se les ha hecho
justicia, gritar por las que no van a regresar, defender a las que aún están
sufriendo y abrazar a las que están agarrando fuerza para levantarse. Porque así
como no importa el lugar, la ropa ni la edad para que una mujer sea maltratada,
a mí no me importa que hayamos discutido alguna vez o que ni siquiera nos
volteemos a ver cuando nos cruzamos en la calle; no importa si estás a favor o
en contra del aborto, si crees que “no son formas” o te la pasas defendiendo a un
hombre que te cela con la excusa de que es porque te quiere, porque si necesitas
de alguien que te escuche estoy dispuesta a hacerlo, si quieres que alguien te
acompañe haré lo posible para estar ahí, y si tienes miedo de hablar seré quien
grite para que seas escuchada,
Y en plena
conciencia de que pueda sonar hipócrita, absurdo y hasta utópico decir que me describo como una mujer feminista, declaro que me encuentro en construcción: porque
día tras día lucho en contra de mis propios prejuicios y sigo aprendiendo de mis
errores; porque soy consciente de haber llamado “puta”, “zorra” y “pendeja” a
otras mujeres sin siquiera conocer un poquito de su historia; porque me reprendo
cada que me da cuenta de que voy criticando la forma de vestir o maquillarse de
otra; porque no he leído más de 10 libros que hablen sobre feminismo ni conozco
la historia década por década, pero hago mi mayor esfuerzo por informarse cada
vez más.
Soy una mujer en
construcción, porque así como me duelen las heridas de las otras sé que yo
también llegué a lastimarlas, a juzgarlas y a pasar por encima de sus
sentimientos, pero poco a poco estoy aprendiendo a observar