lunes, 27 de junio de 2011

Ya. Puede que sea un poco rara.
Un día me verás llorando por los suelos, y al siguiente dando saltos de alegría en lo más alto.
Por las tardes puedo ser la más odiosa que conozcas y por las mañanas la más encantadora.
Mis sonrisas te pueden embobar, pero tengo miradas que espantan.

Habrá días que estaré 24 h contigo, abrazándote, agobiándote, haciéndote reír.
Otros, sin embargo, notarás que no estoy aquí, que nada me incumbe y nadie tiene que ver conmigo, esos días te aconsejo que no te esfuerces ni en tocarme.
Con el tiempo verás que soy de extremos, que conmigo es blanco o negro, que el gris para mí no existe: o te quiero o te odio, o algo me gusta o no puedo ni verlo, o me da igual todo o todo me influye.

También te darás cuenta de que me doy entera a todo, que las cosas, cuando decido hacerlas, las hago dando todo de mi, dejando en ellas sudor y lágrimas.
Que cuando lloro, lloro hasta soltar la última lágrima, que cuando río, se me sale toda la fuerza en cada carcajada, que cuando me enfado, lo hago con toda mi energía, que cuando grito, me dejo la garganta y que cuando beso, lo hago como si fuera la última vez.

Después de darte cuenta de todo eso, sabrás si eres un poco inteligente, que cualquier día, a cualquier hora, me puedo ir de tu vida tal y como llegué, sin esperarlo, con fuerza y de repente.
Para ese día ya habrás descubierto que es inevitable cogerme cariño.
Pero no te preocupes, cuando me vaya ya me conocerás lo suficiente y sabrás qué hacer para que vuelva, sino lo sabes todavía







[Lo encontré en una libreta que lloraba desolada entre mi ropa.]