sábado, 6 de agosto de 2011
El pianista tocaba, sólo desde su azotea.
Sus dedos acariciaban las teclas, como si rozara la piel de una hermosa mujer.
Componía noche tras noche, sus más dulces melodías, en la espera de que algún día esa mujer llegara a su vida.
Mientras él estaba a la espera de su amada, los enamorados que por allí paseaban se detenían a escucharle, mientras daban rienda suelta a su amor.
Alguna vez, alguien le llegó a preguntar ¿cuál es su inspiración? Y el sin pensarlo le dijo: la luna, los viajes, el amor... y ella.
¿Quién es ella?
Ella es mi musa, mi dueña, mi amada.
Pero, ni siquiera la conoces.
¡Claro que la conozco! Siempre viajamos en un barco, rumbo a la luna. Siempre, en sueños.