Deja de aparentar entender lo que soy, ni yo misma he descubierto el sabor de mi alegría, la fuerza de mi melancolía, el color de mi sarcasmo.
Sólo mírame vacía, lléname todos los días; sé perseverante, que una flor no embellece en cuatro días. Aprende de mi tal como si fuera un libro nuevo, como esas líneas que lees y comprendes hasta que las vives. Imagíname como a ese sueño que cada que despiertas intentas no olvidar.
Sueña que tengo el poder de llevarte a donde ningún ser sé ha atrevido tocar.
Búscame tras ese cuadro que a diario ves, búscame en esa mancha sobre el suelo, que nadie sabe que es pero ninguno sé toma la molestia de retirarla.
Gáname en un juego de azar, en el que quizá mañana me apuestes y me pierdas en pocos parpadeos de tus ojos color caoba.
Cóseme, como quien hilvana aquella playera que tanto le ha de gustar.
Escúchame, cual si fuera la más tierna melodía, la canción más ruidosa de rock, la balada más sensual de blues.
Disfrútame, como si tuvieras sed y yo fuera agua, como si tuvieras hambre y yo fuera pan, como si fuera esa fruta fresca que yace en el refrigerador.
Sé cobarde ante el amor, sé el valiente caballero sin armadura que me proteja de los poderes inexplicables de la vida humana. Sé mi guía, el que encuentre a cada paso, sé mi perdición, mi miedo, mi conflicto, mi sabiduría, mi problema; sé mi mejor error, de esos que cuesta una vida sanar.
Sé mío, como el globo que se aferra a una muñeca, como la zapatilla que se aferra a los dedos de un pie, como la sonrisa que se adhiere el rostro de un niño.
Sé mío, como el sol al árbol, como el viento a las aves, como la luna a los enamorados.
Sé, sé tuyo, sé mío.
Sé lo que quieras, con quien quieras aún y no sea conmigo; pero sé.