sábado, 21 de marzo de 2015

No soy quién para darte un consejo, ni decirte "ánimo, todo va a estar bien", no te voy a decir "deja de llorar porque así no solucionas nada" y mucho menos un "haz algo". No soy nadie para opinar al respecto sobre tu vida, porque no te conozco lo suficiente y por el simple hecho de que no soy tú. No sé qué, ni cómo ni cuánto te hayas equivocado y para ser sinceros no me importa. No vine para juzgarte pero sí quiero que sepas lo poco que pienso al respecto, te sirva o no. Así que lee lo que tengo qué decirte...
Conozco un muchacho alto, de cabello chino, con pestañas infinitas que apuntan al cielo, con unas manos grandes y una voz grave. Tiene una mirada tan abismal que si la observas fijamente te pierdes entre el cielo y el infierno (eso a lo que le llaman limbo). Usa ropa negra y no plancha sus camisas, lee de vez en cuando y escribe por las noches, escucha blues, jazz y rock alternativo, cocina a capricho y toma fotografías por placer. Disfruta del cine como si fuese un niño y da su opinión como si supiera lo que dice. Camina sin preocupaciones, ni tan rápido ni tan lento... Simplemente camina.
Se distrae fácilmente pero cuando quiere y se fija una meta la logra.
No sé quién eres tú, ni cómo veas tu reflejo, pero yo veo a un Emiliano fuerte... De los hombres más interesantes con los que he mantenido una charla, de los muchachos más divertidos con los que he reído a carcajadas, el novio mas tierno que he tenido, el niño más inteligente y vivaracho que conozco, el crítico de cine más polifacético con el que me he topado, el cantante de blues más sensual que no es negro. Y ese Emiliano es humano. Es real. Es palpable, es un ente con vida. Y como ser humano tiene errores. Se equivoca mucho, se cae, la caga, se mama y mete la pata bien cabrón.
Y como ser humano deja cosas a medias, las olvida, las hace a un lado, las ignora, las sordea y sigue adelante. Tiene miedo, llora y lamenta lo que ha hecho mal, se preocupa por su futuro, por sus decisiones, por sus errores y se reclama cada tropiezo que cree en vano.
Emiliano se pone triste, se deprime, se lamenta, se menosprecia, se culpa, se castiga, se reprocha. Se molesta y se siente incapaz, se olvida que es humano y todo lo que antes logró.
Y a pesar de lo malo, de su mirada triste con la que me ha recibido las ultimas semanas, del brillo que no le llega a los ojos y que finge estar ahí. A pesar de que ahora no sepa qué hacer y esté muerto de miedo porque no se siente capaz... A pesar de todo yo sé que está. Muy en el fondo, pero ahí está.
Está el Emiliano curioso que pregunta qué, cómo y para qué sirve, funciona y es. Aquel que se cuestiona y no espera respuestas sino que las busca. Aquel que no se limita y escribe pese a su dislexia y cuando se equivoca hace un chiste malo que de todas maneras me hace reír. Aquel que se cae y en lugar de levantarse rápido se acuesta a ver las nubes y analiza la razón de su caída y el cómo no volver a caer. Y a cada tropiezo hace lo mismo.
No sé qué veas tú, pero al Emiliano que yo conozco no le gustan las alturas pero sabe lo que es volar, no iría al gimnasio pero es fuerte, no es el mejor jugando ajedrez pero sabe mover las piezas de su vida. Mi Emiliano se pone triste, llora y ve amaneceres como el Principito pero después se levanta y comienza a cortar el césped para hacer de su planeta un lugar mejor. Ve películas malas y no por eso deja de amar el cine, escucha musica y no se encierra en un género musical, lee y pasa del diccionario a los comics, toma café negro y con mucha azúcar y aún así bebe cerveza. Come todo el día pero no en cualquier lugar... Porque respeta sus gustos y creencias.
Mi Emiliano está asustado y se envuelve en su colcha del hombre araña, pero en las noches baja la escalera y revisa qué provoco el ruido que asustó a su hermana y a su mamá. Emiliano está confundido pero sé que muy en el fondo ya ha formulado un plan para salir de su bache emocional. Aún no se siente capaz, quizá no tenga fuerza pero estoy segura que lo hará. Y es que no necesito conocerlo desde hace años para darme cuenta de lo que quiere, me ha demostrado que puede y me ha enseñado muchas cosas más.
No sé qué veas tú, quién está en el espejo pero yo así te sé. Y creo que tu familia también y es por eso que ahora se molestan contigo al ver que te dejas vencer. Pero no saben lo que sientes ni como piensas ¡ni siquiera yo lo sé! Pero si te sirve quiero que sepas que estoy contigo, que quizá esto no sea mas que pura palabrería pero te estoy abrazando tan fuerte que temo alguno de los dos se vaya a romper. Que si quieres llorar no lo voy a evitar y solo estaré para limpiar tus mocos, que si te quieres meter mas al fondo del lodo con todo el asco de mi alma te haré compañía y si quieres salir te daré la mano y un "ya ni chingas, se me ensuciaron las botas".
A mi me tiene sin cuidado tu escolaridad, porque has demostrado ser inteligente, si sabes o no de lo que hablas porque muestras seguridad, si sabes o no a donde vas porque a fin de cuentas tú eres el que maneja y agradezco la oportunidad de ser tu acompañante
Lo hagas o no te sé capaz y también tu lo sabes, aunque ahorita no lo puedas ver. Yo sólo veo un hombre mirando la pared, con la espalda desnuda... Haciendo un plan para levantarse mejor. No sé a quién veas tú pero yo veo al hombre que amo.




viernes, 20 de marzo de 2015

Lamento no decir mucho, soy una pseudo escritora frustrada.


Disculpe las molestias, soy una cursi empedernida.
Me gustan los mensajes durante la madrugada, los "buenos días" tan pronto amanece, las charlas absurdas llenas de emoticones y "ja ja ja" (de esos que realmente se escriben con una sonrisa), las distracciones a media tarde con un "hola, ¿qué haces?" o un simple changuito de whats app.

Disculpe si la sonrisa no me llega a los ojos, es que a veces no le siento. Si no caminamos tomados de la mano (por más absurdo, tonto y cliché que suene) olvido que estás ahí conmigo. Porque no me basta con ver (lamento, también, ser ambiciosa) también le quiero saber y sentir presente.

Lamento la cabeza gacha, es que si miro al cielo me acuerdo de usted y yo no sé encontrarle forma a las nubes si no está. Y la luna no brilla tanto si no la miran.

Disculpe que no me despedida al final de una llamada, es que aún me da miedo decir "adiós" y siento una fobia terrible, aún más, si lo escribo.
Me da pena repetir lo mismo tantas veces, es que me gustaría que supiera lo mucho que le extraño, que le quiero y que agradezco el hecho de su presencia.

Lamento las molestias, soy una cursi cortavenas.

Me gustan los detalles chiquititos, las visitas sin invitación, las llamadas a base de risas, los mensajes inesperados, los abrazos por la espalda, los besos en la nuca y las charlas después  el sexo. 

El café caliente y las manos frías, los besos espontáneos y las comidas sin receta, las caminatas largas y los días grises, la música de fondo y la luz tenue,  los libros amarillos y el aroma a otra época.

Lamento no decir mucho, soy una pseudo escritora frustrada.

Me gusta tu camisa abotonada hasta el cuello y tu cabello revuelto, tus pestañas largas y lo purpúreo de tus ojeras, tu sonrisa chiquitita  y el gemir cuando estás por llegar.
Me gustan los poemas de amor, sobre todo si tienen un buen narrador. 

Escribir odas en tu espalda y usar tus lunares como puntos suspensivos.
Me gustan tus pies pálidos y larguiruchos junto al sonido que hacen al andar, tus pantalones rasgados  y llenos de lodo por pasar entre la hierba.

Lamento las letras, no sé expresarme de manera oral (teniendo la ropa puesta).
Me gustaría escribir cosas más elocuentes e interesantes pero en éste momento mi definición de esas palabras llevan su nombre y no encuentro manera más adecuada para confesarle lo mucho que me gusta. 

Me disculpo por todo lo antes escrito, quizá es demasiado absurdo para usted, quizá muy poco, quizá muy cliché. Sea como sea lamento las molestias, prometo ya no entrometerme en su camino y dejar que el camino se bifurque... Aunque nos vayamos por extremos diferentes. 

domingo, 1 de marzo de 2015

Disculpe tantas letras, soy una muchacha con complejos.

Cuando hace frío salgo sin suéter, por si encuentro algún abrazo cálido de alguien a quien hace tiempo no veía.
Si llueve, voy dando saltitos en los charcos con mis botas marrón y un manojo de sueños en cada pisada.

Uso falda cuando el cielo se nubla, porque no quiero que la piel de mis piernas cambie de tono. Porque me gusta observar las constelaciones que dejan los golpes que me doy sin darme cuenta.

Tomo café a cualquier hora, en cualquier estación del año y con cualquier desconocido que se siente frente a mí en la cafetería.
Me gusta el latte con canela y sin azúcar, pero disfruto más los cafés de las miradas perdidas que lleva la gente que camina a mi alrededor.

Tengo una teoría acerca de los colores del cielo nocturno, y según mi filosofía la lluvia es el conjunto de todas aquellas letras que se evaporaron al no ser plasmadas en papel.

El viento no es más que los deseos suprimidos de una caricia en piel ajena. Y la luna cuando está triste se pone de cabeza para que piensen que está sonriendo.

El tequila se toma con limón, las decisiones con los pies descalzos. Al toro se le toma por los cuernos y al amor se le enlaza entre los dedos.
Los besos se dan lento, sin prisa y se saborea cada movimiento. En el sexo lo importante es llegar hasta adentro.
Los ladrones roban libros, sonrisas y besos; los delincuentes roban sueños, metas y dinero.

Me siento desnuda con el cabello suelto y libre si camino descalza. Soy prisionera si uso sostén y una esclava si escribo por obligación. Soy una mentirosa si digo "yo también", falsa si escribo "yo más", estúpida si digo "me conformo con" y me acomplejo al no poderme expresar.

Me gustan los días grises pero me pongo triste cuando me gritan que tengo memoria, que el tiempo no pasa en vano y que por más que sonría la luz no siempre llega a los ojos.

Amo el sonido de la lluvia al caer sobre en césped, al resbalar por la ventana, al penetrar mi piel erizada. Pero me dan miedo los truenos y me escondo bajo la cama cuando no sé a donde correr.

Desayuno todos los días, la comida es lo más sagrado y si no lo hago acompañada no me interesa que haya alimento alguno frente a mí.

No agradezco nada, con más fuerza, que un beso en la frente, un abrazo rompe huesos y un apretón de manos. Porque más que palabras yo me baso en sensaciones y la piel es mi mejor herramienta.

 Escribo cuando estoy triste, enojada, confundida... muda.
Cocino cuando me siento alegre, plena, fresca... viva.

Me gustan los licuados con avena, las fresas con crema, las papas con catsup, la pizza con tocino, el espagueti con albóndigas, las quesadillas de queso, los tacos, las crepas con Nutella, los rollos de canela y lo dulce de sus labios.

Me gustan las letras sinceras, potentes e impresas en papel viejo. Las melodías de piano, a media noche. El blues en una tarde lluviosa, el jazz cuando hace frío, el rock a la hora de ir a correr y su voz antes de que me vaya a dormir.

Me gusta el color azul, pero visto de negro.
Me tiño el cabello de rojo, pero es marrón.
Me muerdo los labios, pero deberían ser los tuyos, o en su defecto: la espalda.
Escribo aquí, pero debería estar allá... Contigo.

No intentes descifrarme, porque ni siquiera yo misma he resuelto el misterio.
No me hagas preguntas, házme tuya y deje que las dudas se vayan.
No pronuncies palabra alguna, bésame y deja que se escuche tu respiración.

Disculae tantas letras, soy una muchacha con complejos, que aún no sabe a donde ir pero que tiene en claro que quiere seguir contigo.