Pedí crayolas y me dieron un cielo gris.
Quería brincar en los charcos y obtuve una tormenta.
Quise reír hasta que se me salieran las lágrimas y comencé a llorar hasta quedarme dormida.
Definitivamente esto no es lo que pedí pero quizá sea lo que necesito.
Me he vuelto tan egoísta que comparto mis risas con muy poca gente.
Soy tan falsa que doy consejos que no sigo.
Creo en alguien sin creer en mí misma. Y ni siquiera le llamo "Dios".
Visto ropa colorida para disimular lo obscuro de mi alma.
Me pinto las uñas para que no vean mis manos temblar de miedo.
Camino despacio para que crean que estoy segura de mi rumbo.
Hablo de mi futuro aunque maldiga mi presente.
Abrazo fuerte aunque esté rota.
Sonrío y la luz no me llega a los ojos.
Me levanto del suelo aunque ya mis pies hayan echado raíces.
Creo que en otra vida fui muy mala y no tuve tiempo de pagar mis errores.
Limpio mis anteojos cada 10 minutos, sin darme cuenta que la causa no es la miopía sino mi concepción de las cosas.
Me anudo el cabello en una coleta, aunque las dudas las traiga sueltas sobre los hombros.
Culpo a mis VANS rotos del dolor de pies, a sabiendas que en realidad es causado por el camino que he recorrido.
Me aferro a la idea de cumplir un sueño que ya caducó y gasto mi dinero en algo que no puedo pagar.
Delineo mis párpados día con día y me maquillo las ojeras noche tras noche.
Yo no sé por qué pecado estoy pagando pero espero que, en su momento, al menos haya valido la pena.
Duermo para escapar de la realidad y hasta en sueños me persiguen.
El monstruo bajo la cama ya se fue, tuvo miedo de mi reflejo.
El espejo se rompió porque no pudo con una mirada tan trasparente como la mía.
Los zancudos me succionan la sangre sin pudor, porque saben que un cuerpo tan inerte no los lastimará.
Las moscas se pasean por mis piernas, porque me saben muerta desde hace meses.
Y yo sigo aquí, fingiendo que soy la luna y hoy tengo qué brillar.