sábado, 27 de junio de 2015

Yo no sé por qué pecado estoy pagando pero espero que, en su momento, al menos haya valido la pena.

Pedí crayolas y me dieron un cielo gris.
Quería brincar en los charcos y obtuve una tormenta.
Quise reír hasta que se me salieran las lágrimas y comencé a llorar hasta quedarme dormida.

Definitivamente esto no es lo que pedí pero quizá sea lo que necesito.

Me he vuelto tan egoísta que comparto mis risas con muy poca gente.
Soy tan falsa que doy consejos que no sigo.
Creo en alguien sin creer en mí misma. Y ni siquiera le llamo "Dios".
Visto ropa colorida para disimular lo obscuro de mi alma.
Me pinto las uñas para que no vean mis manos temblar de miedo.
Camino despacio para que crean que estoy segura de mi rumbo.
Hablo de mi futuro aunque maldiga mi presente.
Abrazo fuerte aunque esté rota.
Sonrío y la luz no me llega a los ojos.
Me levanto del suelo aunque ya mis pies hayan echado raíces.

Creo que en otra vida fui muy mala y no tuve tiempo de pagar mis errores.

Limpio mis anteojos cada 10 minutos, sin darme cuenta que la causa no es la miopía sino mi concepción de las cosas.
Me anudo el cabello en una coleta, aunque las dudas las traiga sueltas sobre los hombros.
Culpo a mis VANS rotos del dolor de pies, a sabiendas que en realidad es causado por el camino que he recorrido.
Me aferro a la idea de cumplir un sueño que ya caducó y gasto mi dinero en algo que no puedo pagar.
Delineo mis párpados día con día y me maquillo las ojeras noche tras noche.

Yo no sé por qué pecado estoy pagando pero espero que, en su momento, al menos haya valido la pena.

Duermo para escapar de la realidad y hasta en sueños me persiguen.
El monstruo bajo la cama ya se fue, tuvo miedo de mi reflejo.
El espejo se rompió porque no pudo con una mirada tan trasparente como la mía.
Los zancudos me succionan la sangre sin pudor, porque saben que un cuerpo tan inerte no los lastimará.
Las moscas se pasean por mis piernas, porque me saben muerta desde hace meses.
Y yo sigo aquí, fingiendo que soy la luna y hoy tengo qué brillar.

miércoles, 17 de junio de 2015

Tergiversando.

Conozco a un hombre que me hace bien con su mera existencia. Un romántico, soñador y polifacético tipo maravilloso que tiene el cielo en las manos y no sabe caminar sin que se le noten las alas en los pies. Se pone nervioso al hablarme, al agarrarme las manos, al besarme... pero mantiene fija su mirada cuando se encuentra frente a mí. Su andar destila poesia y desinterés. Se le traban las palabras de vez en cuando y la memoria le falla en casi todos los momentos importantes, se le desacomodan las letras pero siempre sabe cómo hacerme reir. Conozco a un hombre que no cumple con mis reglas y que ha desafiado a todo estereotipo que llegué a considerar. Se ha encargado de cambiar mis definiciones del amor y de la vida, de la música, del cine, de la poesía y hasta del amanecer. Conozco a un hombre que ama hasta que se le agoten los latidos, que se anuda las promesas en las pestañas para no olvidarlas y se llena las manos de posibilidades. Que vive el amor con la ternura de un niño y la pasión de un hombre.
Me reconstruyó cuando yo estaba rota y había perdido los pedazos. Me iluminó cuando yo estaba envuelta en un mar de penumbras, aunque él no supiera nadar. Me esperó cuando no tenía reloj y ni siquiera hubo cita previa. Me vio cuando yo era invisible. Me escuchó cuando estaba en silencio y me abrazó mucho antes de que empezara a llorar. Conozco a un hombre que me hace una mejor mujer a diario, que me alienta a seguir adelante y se acuesta conmigo cuando no me quiero levantar. Que me hizo aprenderme todos sus caminos, aunque éstos no llegaran a Roma. Me invitó a dormir en su cama, abrigándome con su piel y dejando que usara su pecho de almohada, me pintó la vida con sus crayolas y dibujó una constelación con sus dedos, en mi espalda. Sabe cómo armarme y deshacerme con un "te quiero". Usa su mirada como arma de doble filo y las manos como cadenas con tercipelo. Celebra nuestras coincidencias como si fueran pequeñas vidas y hace que cada momento sea un sabor diferente de café. Alude mis sonrisas, suspiros y su nombre entre mis labios. Me transforma los truenos en palabras dulces, la obscuridad en juegos lascivos y los fracasos en aprendizajes.
Conozco a un hombre que vivía entre mis manos antes de tocarlo y que me besó mucho antes de posar sus labios sobre los míos; que hizo de mí una página en blanco, un guión cómico-cursi-dramático y de ficción, un poema sin rima y una canción al compás de sus besos. Conozco a un hombre que me acompañó en el camino cuando mis pasos andaban lento y me dolían los pies. Que ha tenido la paciencia para soportar los vendavales y las dudas, los reclamos y chistes malos, las bromas pesadas y disculpas, los momentos empalagosos y salados. Un hombre que me hace feliz y al cual llevo en la punta de mi lengua, me hace sentir liviana, libre, capaz y fuerte... pese a seguir viviendo dentro de mi propia jaula. Un hombre que no ha tenido miedo de lo que soy y que está interesado en conocer aquella mujer que podría ser, que no me ha dejado perderme sin él y que a pesar de no saber a dónde vayamos, el camino resulta sumamente placentero. Que canta conmigo canciones de blues y baila jazz pese a tener dos pies izquierdos, que devora dulces como si fuese una competencia y me rasca la cabeza cuando me recuesto en sus piernas. Un hombre que ha tomado mi mano y no ha querido soltarla pese a la distancia y las adversidades. Conozco a un hombre que hizo su casa en mi alma y que ahora mismo, mientras lee esto, una sonrisa le adorna el rostro... porque sabe que hablo de él.



sábado, 6 de junio de 2015

Camino hacia el lavabo, tomo el cepillo de los dientes y comienzo a tallar con parsimonia entre cada uno de los brackets que aprisionan mis palabras, lo hago despacio y minuciosamente ya que estoy a punto de irme a dormir. ¿Quién eres? Vierto desmaquillante en una bolita de algodón y lo paso por encima de mis párpados, mis cejas, mi nariz... Lentamente voy  deshaciendo aquella máscara que yo misma dibujé antes de irme a clases. ¿Qué haces aquí? Suelto mi cabello y lo dejo caer ondulante sobre mis hombros, voy desenredando cada nudo cual si estuviese en mi garganta. ¿Cómo dijiste llamarte? La muchacha del espejo me escruta con la mirada, repasa cada una de mis lineas de expresión y dibuja entre aquellos huecos donde solía haber una sonrisa ¿Qué edad tienes? Palpa mis ojeras de una manera tan lenta, que por inercia cierro los ojos y siento sus dedos acariciar cada una de mis pestañas ¿Cuál es tu color favorito? La muchacha del espejo sigue ahí, mirándome con sus ojos color ámbar, entrelaza sus dedos y se lleva las manos al pecho. Tiene miedo ¿Qué estación del año prefieres? Le devuelvo la mirada, se asusta aún más.

¿Quién eres y cómo has llegado aquí?- Le pregunto con una mirada recriminante. Ella no responde.
¿Qué quieres y cómo lo vas a lograr?- Baja la cabeza y se observa los dedos impacientes, se muerde las uñas y lame una y otra vez su labio inferior.
¿A qué viniste y por qué aún no te vas?- Exhala un aire tan húmedo y caliente que el espejo se empaña, la muchacha del espejo ha desaparecido y no veo más que mi reflejo.
Soy yo. La señorita cumpleañera que hoy festeja su veinte aniversario. La estudiante de Medicina que reprobará la materia de anatomía, la bloggera pseudo-escritora que viene solo cuando le llega la soga al cuello. La niña que se esconde bajo su cama cuando escucha truenos.
Soy yo; la muchacha en el espejo que lleva las penas bajo los párpados, aquella que mira al suelo para que nadie note su tristeza, la que entrelaza sus dedos cuando no sabe hacia dónde correr.

Hoy no tengo algo grato qué contarle, al menos no por el momento pero usted, señorita del espejo... ¿Haría favor de responderme todas esas preguntas?



viernes, 5 de junio de 2015

Eres lo más bonito que he hecho por mí.

Eres lo más bonito que he hecho por mí.
La gente en vez de decirme "el amor te sienta como un guantazo" ahora me confiesa "el amor te sienta con un guante, blanco, hecho a medida", y yo les contesto: "El amor es una bala unidireccional y nuestro pecho un punto fijo: lo que determina el choque, el temblor, el derrumbe de cimientos o la recuperación del jardín, es el hueco que acompaña a tu mano en el impacto."
En otras palabras, sujeta la mano de tu asesino y ganarás su caricia.
Y es que resulta que a mí el crimen me pilló masturbándote, amor, o masturbándome pensando en ti.
Como si hubiera diferencia.
Como si no fuera lo mismo amarte, amarme, amarnos.
Como si fuera posible soltarte. No lo sé, pero desde que te quiero mis manos están preciosas.
He lanzado el aire todas mis dudas, y ha salido tu cara. Jamás entendí eso de la suerte y de la fortuna, así que no sé bien qué quiere decir, pero me han entrado unas ganas locas de arrojar flores a los pies de tu cama.
La verdad es que la ciudad, mis pulmones y el cambio climático han agradecido esta hostia primaveral. Y ahora respiro mejor, subo sin cansancio las cuestas y puedo durar cuatro estaciones haciéndote el amor.
He bajado los pantalones a las canciones con las que un día lloré y mi pena ha brillado como un pájaro atrapado en la nieve: no quisiera menospreciar mis tormentos, pero tu sonrisa sobre mi lágrima consiguió ser el mejor de los remedios.
Pero no te alejes demasiado, sigo necesitándote por si enfermo.
Lo cierto es que no quiero que suene a chantaje, no malinterpretes mis quejidos, pero es posible que si te marchas llore hasta inundar medio continente, y ya tenemos bastante con los desastres naturales como para añadirle el mío, ¿no crees?
Quisiera explicarte de una forma sencilla que desde ti todo lo malo se ha dado la vuelta, y qué bonito es el optimismo, joder.
Estás hasta cuando no estoy, así defino mi soledad ahora.
Te tengo incluso cuando se me rompen los bolsillos, ocupas mi vacío, eres la antítesis de la nada, aguas mi desierto eres el pasado de todas las ausencias.
No me apena la tristeza, no me dan miedo los días malos ni las malas personas, no evito mi caída, no me importa no acertar.
Eres a mi pena lo que la chimenea al invierno, la sonrisa que no cambia este puto mundo de mierda pero hace que me dé igual vivir en él, el aplauso que infunde valor a mis tropiezos y sabe mejor que una victoria, el centro de la diana de todas mis apuestas...

-Baluarte; Elvira Sastre.