sábado, 19 de marzo de 2016

De pelotas rojas y libros.


Hace ya un tiempo en una librería se encontraba un niño jugando con su pelota, era un tanto descuidado y con muchas inseguridades en el fondo de su corazón, le gustaba jugar y no preocuparse por las cosas complejas de la vida.
Ahí estaba, pateando aquella pelota roja regalo de su padre, en una de sus patadas llegó a las puertas de esa librería, con marcos de madera y un olor un tanto particular. No sabía lo que era una librería y tenía miedo de entrar, pero tras un momento de duda se decidió a hacerlo
-¿Hola?¿Hay alguien aquí?- Gritaba el pequeño mientras asomaba su cabeza por los pasillos -¿Buenas tardes?- Seguía repitiendo mientras caminaba, casi casi de puntitas para no hacer mucho ruido con sus tenis viejos, al voltear en el pasillo vio un letrero que decía "fantasía" y fue ahí donde encontró a una niña, una pequeña de lentes y mirada fuerte para su corta edad, estaba sentada sobre sus piernas y en sus manos el libro "Las facetas de la luna" por James Von Achon.

-¿Hola?- preguntó, el niño
-¿Quién dijo eso?- respondió la pequeña, volteando asustada hacia los lados
-Soy yo, estoy aquí atrás.
-¿Quién eres tú y qué haces aquí?
-Hola, vengo a buscar mi pelota, es roja. Es que entró por aquí, me la regaló mi papá y quiero encontrarla ¿Quién eres tú?
-¿Yo? Soy la que lee todos éstos libros, tú no deberías estar aquí jugando con tu pelota roja, éste lugar es para disfrutar e imaginar
-¿Y cómo haces eso?
-Fácil, tomo uno de éstos libros, lo abro y lentamente lo empiezo a leer- le respondió muy convencida, mientras apretaba el puño
-Eres muy rara
-Tú eres el raro, mis amigos los libros y yo somos muy felices aquí y no necesitamos que un niño pequeño venga a molestarnos
-Disculpa, yo solo quiero encontrar mi pelota roja.
El niño vio algo en aquella niña, supuso que si llevaba tanto tiempo ahí conocería el lugar y podría ayudarlo a encontrar su pelota, así que decidió pedirle ayuda
-¿Porque te ayudaría?
-Conoces este lugar y si encuentro mi pelota me iré.
-Está bien. Te ayudaré a encontrar tu juguete para que te vayas pronto y nos dejes en paz.
Así los niños empezaron la búsqueda, la librería tenía 35 secciones diferentes en las cuales destacaban: autoayuda, comedia, drama, romance y terror.
-Éste lugar me da miedo
-No debería, es mi lugar favorito, aquí es donde yo me siento feliz
-¿Por qué?
-Aquí solo están mis amigos los libros y ellos no hace daño, te cuentas sus historias, te platican qué es lo que hay allá en el mundo y te dejan aprender todo lo que saben pero no a la fuerza. Tú decides hasta dónde lo quieres leer.
-No entiendo ¿por qué no vas tú misma allá afuera?
-¡Ay! No es lo mismo niño, mira cierra tus ojos.
El Niño cerró sus ojos
-Ahora ¿cuál es tu comida favorita?
-Los hotcakes.
-Bien, imagina que un día vas a comer hotcakes, pero esos hotcakes son enormes, cada uno es del tamaño de tu almohada.
-¡Wow!
-Sí, ¡Wow!
-Pero para eso no necesitas libros.
-Si no hubiera leído "Gastronomía para Dummies" no se me hubiera ocurrido, por eso me gusta leer, no sabes qué vas a aprender, y a veces aprendes cosas muy  interesantes.
-Pero yo no sé leer.
-¿¡QUÉ!? ¿Cómo es posible? ¿Cuántos años tienes?
-Tengo 4
-Pues yo tengo 5 y ya he leído 9 libros completitos
-Pues yo tengo 4 y no sé leer.
-Estás desperdiciando tu vida, te pierdes de mucho
-Oye, ¿qué es gastronomía?

Así, los niños siguieron por el camino, cada uno muy concentrado en encontrar la pelota roja. Pasaban las horas y ellos seguían recorriendo los pasillos...

-¿Te gusta jugar?
-No
-¿Te gustan los chistes?
-No
-Conozco uno muy bueno, es sobre un cerdito que habla... Y dice... ¡Ay no! Primero entra a un avión y dice... Dice...
-Mejor luego me lo cuentas. Creo que no eres bueno para contar chistes.

Al cabo de unas horas ambos empezaron a aburrirse y decidieron tomar un descanso. El niño empezó a llorar
-¿Qué tienes, por qué lloras?
-Perdí mi pelota roja, mi papá se va a enojar conmigo y me va a castigar.
-No llores por eso- la pequeña estiró el brazo para tomar un libro de los estantes que estaban más arriba y para ello tenía qué ponerse de puntitas para poderlo alcanzar.
-¿Qué es eso?
-Es un libro para colorear.
El niño tomó el libro con interés y empezó a hojear su interior, notó que ninguno de los dibujos tenía color.
-¿Por qué no tienen color?
-Porque es un libro "PARA COLOREAR". Tú tienes qué ponerle el color. Ven, vamos a pintarlo- Sacó unos crayones que guardaba en su bolsillo y se los pasó para que escogiera el que más le gustara. Se sentaron en el piso y tras varias horas olvidaron que acababan de conocerse y que aún tenían una tarea por terminar
-¿Y tú pelota?
-No lo sé, pero ya es hora de que me vaya. Mi mamá me va a regañar por llegar tarde a la cena. Adiós.
-No digas eso.
-¿Qué cosa?
-Adiós.
-¿Por qué?
-Porque "adiós" es cuando terminas de hacer las cosas y ya te vas a ir para no regresar. Y aún no encuentras tu pelota y el libro todavía tiene muchas hojas para colorear.

Se vieron al día siguiente. Ella lo esperaba, había encontrado su pelota roja y la movía entre sus brazos al compás de sus coletas.
-Encontré tu pelota, ya no tendrás que venir aquí. Puedes irte.- le dijo la niña con una voz muy decidida, como cuando le dijo a su mamá que no le gustaba la sopa de fideos, al igual que la vez en que le gritó a su papá que ya no lo quería por lastimar a su perro, como la vez en que le pidió a Dios que no la abandonara a ella ni a su mamá... Aún y sin saber quien era ese señor al que todos le pedían cosas.
-¿Por qué habría de irme? ¿Ya no quieres que coloriemos el libro?
-No. Tú sólo vienes porque quieres que te deje colorear pero cuando ya esté lleno te vas a ir.
-No me voy a ir.- le respondió muy triste, sentía como si se le hundiera el pecho
-Sí, lo vas a hacer. Así que vete ahora
-Quiero colorear contigo
-No sé colorear, me salgo de la rayita- le dijo la niña muy apenada.
-Yo no sé leer, pero no me salgo de la rayita. Te puedo enseñar- la niña lo miró por un largo rato, sin decir nada. Pensaba en que el niño era raro, su cabello chino estaba enredado, tenía la boca muy chiquita y los ojos muy grandes, las pestañas muy largas y... -¿Vas a dejar que me quede? Te prometo que no me voy a ir nunca
-Una vez leí que "nunca" es mucho tiempo
-¿Como 4 días?
-No. Como 5
-Ay, entonces si es mucho. Pero te prometo que no me voy a ir
-En otro libro decía que las promesas no son verdad
-Pero yo no digo mentiras porque dice mi mamá que es malo
-Bueno, pero no te vayas a ir cuando ya no haya libros para colorear
-Podemos dibujar, jugar con mi pelota, jugar a las escondidas, atrapar bichos, correr en los pasillos...- el niño empezó a contarle, muy emocionado, todos los juegos que conocía hasta que se dio cuenta que la niña no paraba de llorar.- ¿Por qué lloras?
-Es que yo no sé jugar nada de eso- y sus alaridos fueron aún más potentes, hacían eco por toda la librería y penetraban cada una de las pastas de los libros que yacían en silencio escuchando su dolor.
-Ya no llores, yo te enseño si quieres. Te regalo mi pelota y mis colores, pero ya no llores- el niño intentaba calmarla ofreciéndole todo lo que tenía pero ella no cedía, era muy obstinada. Él se preocupaba cada vez más hasta que terminó llorando por no saber qué hacer, se cubrió el rostro con las manos y de pronto escuchó reír a la niña
-¿De qué te ríes?- le preguntó algo molesto
-De ti.
-Eres muy mala.
-Perdón- la niña bajó la mirada y vio sus botas llenas de lodo, luego vio los tenis del niño lleno de agujeros
-Vamos a colorear, aunque nos salgamos de la rayita
-¿No te importa que se vea feo?
-No se verá feo, porque lo pintaremos entre los dos y cada vez nos saldrá mejor...

Ella no aprendió a dibujar, se sigue saliendo del margen. Él no lee mucho, pero aún cumple su promesa. Ambos juegan algo diferente todos los días, se ensucian los zapatos con lodo y de vez en cuando cierran los ojos y regresan a aquel día en que se conocieron en la librería.