Desperté por la mañana y me lavé el rostro con un jabón de
avena y miel. Bebí un vaso con agua fresca para saciar mi sed. Cepillé mis
dientes con ahínco y al terminar me regalé una gran sonrisa fingida frente al
espejo, inmediatamente me empecé a reír de verdad por lo absurdo de mi
actuación. Coloqué un silla justo al centro de la habitación, acomodé mi cuerpo
de manera que se sintiera cómodo y empecé a respirar; lento, profundo, a
conciencia. Di gracias a la vida, a la tierra, al universo y a todas aquellas
personas que dejaron una marca en mí. Sin juzgar, sin reproches, sin melancolía,
únicamente agradeciendo sus enseñanzas.
Salgo a caminar y el Sol me acaricia con ternura, sin
quemar, sin lastimarme la piel. Llegan a mis ojos un sinfín de tonalidades
verdes que se mecen con parsimonia en los alto de los árboles. Respiro profundo
y lleno mis pulmones de un aroma a albahaca y limón. Sonrío. Hoy me siento
plena y con ganas de vivir. Atesoro mis emociones y las guardo en la cajita de
mi memoria a la que recurro en momentos de caos. Camino por un sendero que no
me lleva a ningún lugar pero que siempre me ayuda a encontrarme. Y a lo largo
del paseo me olvido de la hora, de las cosas que me faltan por hacer en el día
y me libro un poquito de las incomodidades con las que me habré de topar.
Pasa la tarde sin hacer mucho ruido y me encuentro sola en
mi cuarto riendo a carcajadas mientras veo una serie, preparando mi comida
favorita con el amor con el que se la prepararía a mi pareja. Comiendo a media
luz en una mesa con cinco sillas vacías alrededor, pero el alma llena del
recuerdo de quienes alguna vez se sentaron ahí. Hay mucho silencio en la casa,
poca luz en la habitación y mucha paz en mí. Me doy un baño largo y tendido, le
regalo a mi piel el aroma y las propiedades del café, consiento a mi cabello
con arándanos y moras, le doy a mi mente un descanso con la música de las olas
del mar del último viaje que realicé.
Decido dejarme las ojeras sin cubrir y le regalo un poco de
humectante a mi labios, me desenredo con facilidad los nudos del cabello y
enseguida se deshacen los de mi garganta. ¿Por qué estoy llorando? Si no me
siento triste y hace tiempo que no me enojo en verdad. Se me llena la cara de
lágrimas y en lugar de secarlas las dejo caer, quizá llevan mucho tiempo
queriendo salir y yo se los impedía. Hoy les doy la libertad que merecen y las
dejo correr libremente por mi cuello, sin reclamos, sin miedo, sin
cuestionarles su llegada y agradeciendo su partida.
Me visto y dejo que la tela de mi uniforme azul me acaricie
la piel. Le regalo una sonrisa auténtica a la mujer de ojos rojos e hinchados
que me observa desde el otro lado del espejo. Antes de llegar al trabajo me
encuentro con puesto lleno de flores de todos colores, se acerca a mí una mujer
y me ofrece los ramos más grandes y llamativos, va repitiéndome la lista de
precios y yo la escucho un tanto confundida por toda aquella información, me
invita a escoger y los escruto con la mirada. Los hay grandes, con papeles de
colores, sencillos con un globo amarrado, y de entre todos elijo un girasol de tamaño
no mayor al de mi puño, adornado con unas florecitas blancas que sigo sin saber
cómo se llaman. La mujer se acerca y me pregunta si quiero que le escriba
alguna leyenda en el papel; “Gracias por todo”, le respondo mientras busco
dinero para pagarle.
Hoy me regalé flores y nadie en el trabajo me creyó, insisten
en “adivinar” el nombre de la persona que me las dio (como si existiera un
código que diga que solo podemos recibir flores cuando vienen de alguien más).
Creen fervientemente que fue un hombre (como si las mujeres no nos obsequiáramos
flores las unas a las otras) y que tiene que ver con que sea mi cumpleaños o algo más romántico porque me encuentro sin
pareja (como si tener un día más de vida no fuese celebración suficiente). Y yo
no me lo puedo creer, no comprendo cómo es que nos llenamos la cabeza de ideas
absurdas en las que para sentirnos bien estamos a expensas de los demás.
¿Realmente necesitamos que los demás sepan que salimos a
correr, nos preparen nuestra comida favorita, nos acompañen a ver una serie y
nos diga que hoy nos vemos guapas? ¿En verdad tengo que usar corrector de ojos
para taparme las ojeras, un delineador que marque la forma de mis ojos y un rímel
que me haga tener una mirada “misteriosa”? ¿Desde cuándo tiene que ser día de
San Valentín o un aniversario de bodas para poder regalar flores, por qué estas
tienen qué venir de alguien que no sea yo, preferentemente de un hombre y en plan
de amor romántico de pareja? Pero sobre todas las cosas, ¿por qué no puedo ser
yo quien me regale flores?
Hoy me regalé flores, un hermoso girasol para ser exactos.
Hoy me desperté y le di a mi cuerpo un baño lleno de propiedades naturales que le
hagan sentir bien. Hoy me consentí con comida deliciosa y un programa
divertido. Hoy salí a caminar sin prisa, sin la lista de pendientes por hacer,
sin el celular lleno de notificaciones que muchas de las veces solo anuncian
quejas a e inconformidades. Hoy me abracé fuerte mientras lloraba, me dije que
todo estaba bien y que saldríamos de esta con muchos más conocimientos. Hoy me
agradecí por mis errores, por los fracasos que me dejaron tumbada sin ganas de
andar, por las oportunidades que me dí y no resultaron como esperaba, por los
recuerdos bonitos que aún tenía guardados, por perdonarme y decidir que aún nos
falta mucho por descubrir.
Hoy me regalé flores porque puedo, porque quiero, porque lo
merezco. Y aunque la sensación de que alguien más lo reconozca es maravillosa
no tiene porqué ser precisamente necesaria. Porque solo yo sé exactamente lo
que me ha costado, lo poco o mucho que dolió, el esfuerzo que tuve que hacer y
lo que voy cargando en mi espalda. Porque he descubierto que soy mi propio
guía, mi sendero, mi acompañante y mi medio de transporte. Y aunque alguien más
camine a mi lado nunca sabrá tanto de mí como lo hago yo y es por eso que puedo
mostrarle, enseñarle de lo que soy capaz y contarle lo que me gustaría que
hicieran por mí.
Hoy me regalé flores, y me agradecí por dejarme ser yo misma;
sin prejuicios, sin temores, sin rencor. Hoy me doy gracias por todo y te doy
gracias a ti por ayudarme a tocar fondo y darme cuenta de que lo que te estaba
ofreciendo no se parecía en nada a lo que soy en realidad.