aparentemente disfrute con ello? ¿Estará loca? ¿Será masoquista?
Su particular visión de la vida lleva el dolor y la huida de la realidad a un punto
incomprensible para los demás.
"Aún no sé expresar mis sentimientos, especialmente los que más me duelen, de una manera
que no me dañe. No puedo hablar de ellos, nunca he podido, y cortarme era un modo de expresarlos. Creo que de esa manera me liberaba de esos sentimientos
e intentaba al mismo tiempo pedir ayuda".
«¿Cómo puedes hacerte esto, Linda?», preguntaban; pero entre el asco y el
horror yo descubría otros sentimientos: me admiraban por mi resistencia al dolor. Ellos no serían capaces de hacerlo, y eso me daba cierto poder sobre mis padres y mis hermanos.
Y cuando la crisis regresa, el primer impulso es volver a acudir a esos remedios. Siempre.
Una y otra vez. Pero insisto, no soluciona nada. Si quemarse o corlarse sirviera de algo, con cortarnos una vez, aunque mera hasta el hueso, estaríamos vacunadas.
No son más que atajos que llevan al sitio equivocado.
La mayor parte de nosotras hemos sentido tentaciones de suicidarnos en los momentos de intensa tensión. Esos momentos en los que las heridas arden, y no deseamos hacernos más, pero la vida resulta tan insoportable que lo único que ansiamos es que alguien pare ese sufrimiento.
Esos pensamientos no demuestran que estés loca, no indican que necesiten internarte, o que quieras herir a los demás. Sencillamente, el dolor es mucho mayor que tus medios para controlarlo.
No sirve de nada que otras personas intenten animarte, o darte razones para vivir.
Su intención es buena, pero a menudo están tan asustados, tienen tanto miedo a que realmente te mates o sienten tanto pánico ante la muerte que te amenazarán, o te dirán tonterías, o llorarán.
Pero ten en cuenta que en esos casos lo que se busca en la muerte es alivio. Si realmente
mueres, no te sentirás mejor, ni más aliviada. Habrás dejado de existir, y de percibir esa mejora, esa relajación.
Cada persona posee un nivel de resistencia al sufrimiento distinto.
Las razones por las que alguien se deprime, se siente angustiado o desea morir
pueden parecer insignificantes a los demás. Hay hechos determinados que pueden llevar a esa decisión (angustia generalizada, una enfermedad terminal,un desequilibrio mental), pero aun así, cada persona se enfrentará a esas circunstancias de manera determinada.
El único modo de vencer las tendencias suicidas es hallar una manera de reducir tu sensación de dolor, o encontrar un modo de aumentar tu resistencia a ese dolor.
Sentir deseos de matarse no significa que vayas a hacerlo. Pero aun así, espera.
Date veinticuatro horas, date una semana. Quién sabe cómo pueden cambiar las cosas, o tu ánimo.
El que sientas deseos suicidas no te obliga a llevarlos a término. No son más que sentimientos, no acciones. Y ten en cuenta que cuando han pasado, no significa que no regresen de nuevo. Necesitas ayuda, aún la necesitas. Puedes llegar a controlar esas tendencias, y eso, nuevamente, será un alivio en tu vida y tu tensión. Bastante tienes con luchar contra la automutilación.
Pero no todo es dolor y desesperación: la automutilación puede curarse, y se cura.
Hay que aprender cómo aceptar y cómo expresar esos sentimientos que nos torturan: puede ser ira, o pena, o decepción, puede ser odio, puede ser debilidad cada cual debe descubrir qué le tortura por dentro.
Sufrir este trastorno no significa que seas una mala persona, una pervertida(o), o que estés loca (o). No es culpa tuya. Has hecho lo que has podido para enfrentarte a una situación difícil.
Una chica americana de cada doscientas se automutila.
Entre ellas hay personas famosas, actrices y cantantes,
como Shirley Manson, de Garbage, o Rosearme
Barr, o Lady Di, o Christína Ricci. O Johnny Depp.
Gente admirada, creativa, gente guapa y exitosa.
Nadie se Ebra de sentir dolor, pero puedes elegir
cómo demostrarlo.
Encontrarás muchas personas capaces de entender tu sufrimiento. Y, por supuesto, algunas
que te mirarán con desprecio o con superioridad, pero eso no es ninguna novedad. Vivimos en una sociedad injusta, con unos valores ridículos y falsos. Una sociedad machista que desprecia a los seres más vulnerables.
Historia de Linda en "Cuando comer es un infierno" de Espido Freire.