Cuántas tonterías te decía y me decías, todo era tan simple entre los dos.
Siempre era domingo, madrugadas tibias, éramos los dueños del amor.
Hasta que un día un viento helado se metió en la habitación congelándome la piel y el corazón, y despertó de mi pasado los fantasmas y una horrible confusión nos abrazó.
Me dueles, me ardes, me siento cobarde. Te quise dar la vida y hoy casi te me olvidas. No entiendo, no hables yo sé que soy culpable, mejor ni te despedidas; perdoname en silencio, por favor.
Luvia y melodías, en perfecta armonía, era nuestro pan de cada día. Nada nos faltaba, nada nos dolía... éramos los dueños del amor.
Hasta que un día un viento helado se metió en la habitación congelándome la piel y el corazón, y despertó de mi pasado los fantasmas y una horrible confusión nos abrazó.
Cuántas tonterías te decía y me decías...
lunes, 11 de noviembre de 2013
Perdoname en silencio.
viernes, 8 de noviembre de 2013
Suerte, es lo único que necesito para mañana.
Quizá y no lo sepa todo, y mañana me vaya a equivocar al responder mi examen. Quizá y alguien tenga los mismos errores, más o menos. Quizá y conteste la mayoría bien. No lo sé, no tengo idea y realmente no me preocupa. Porque ese examen no mide mi capacidad intelectual, ni mi fuerza, ni mis ganas, ni siquiera mi vocación. Ese maldito examen no me dice qué tan capaz soy de sacar adelante mi futuro, de qué tanto voy a dar de mí para lograr algo, qué tanta es mi necesidad por aprender, cuántas son mis ganas de aferrarme a la medicina. Ese examen no me califica como persona, no dice cómo ni porqué. Y eso, eso es lo más difícil. No es química, ni matemáticas y mucho menos inglés, es el hecho de que no dice nada de mí, solo dice que no tengo "ayuda" para entrar, conocidos que me metan, dinero para pagar. Ese examen es lo único que dice de mí. Y quizá esté perdiendo mi tiempo. Quizá y no apruebe y tenga que esperar seis meses más, quizá y tenga qué intentarlo dos veces más y no me importa. Porque prefiero perder un año en intentos fallidos que 5 estudiando una carrera que no voy a ejercer, o despertar un día siendo algo que no me llena como ser humano. Estar entre gente tan ajena, tan llena de desgana por trabajar en algo que no le gusta. Llámenme testaruda si quieren, pero yo soy una persona con las metas claras y las ganas intactas, con la certeza bien puesta y con la mirada fija en un futuro; y en ese futuro estás tú: medicina.
Suerte, es lo único que necesito para mi examen de mañana.
sábado, 2 de noviembre de 2013
Doble moral.
Despierto, desayuno, salgo al gimnasio y dejo caer cada una de mis dudas por mi espalda... en forma de gotas de sudor. Corro, hasta que el corazón se me sale, hasta que mis pulmones recuerdan que son insuficientes y una fumadora (pasiva) con asma no es capaz de hacerlo durante mucho tiempo. Me desenredo el cabello, tan largo como el nudo de mi garganta.
Me enfundo en esa horrible playera polo amarilla, enrosco mi cabello en el segmento occipital de mi cabeza y me pongo el gafete; sí, ese estúpido gafete que dice "Hola, mi nombre es Abigaíl y ¡estoy para servirle!". Me veo al espejo y dibujo esa sonrisa falsa que dice "me encuentro de maravilla".
Llego a mi casa, y subo a quitarme el disfraz, dejo que el agua diluya mi identidad y me desnudo a cada lágrima que brota de mis ojos.
Me recuesto en la cama, con la piel tan húmeda y el corazón tan árido. Y en medio del azul infinito de mi habitación estás tú.
¿Qué mierda estás haciendo de tu vida, Abigaíl? ¿Cómo demonios caíste tan bajo? ¿Para quedarte aquí fue que te esforzaste tres años? Le negaste la entrada a tanta gente, le cerraste la puerta en la cara a las oportunidades ¿y para qué? ¿para esto?
¿Y tú, cuánto tiempo llevas perdido? -Una vida.
Me embriaga esa sensación de vacío, ese agujero sin fondo, ese abismo de mediocridad.
Y ahora camino por las mismas calles de hace un mes, de hace un año, de hace una vida. Y me saludan las piedras con las que me negué a tropezar, y me rozan las ramas de aquellos árboles que siempre me ofrecieron su sombra, me abren las puertas de aquellas casas a las que nunca me digné a pasar. Y estás tú, con candados en cada ventana, con la cerradura asegurada con cadenas, con una permeabilidad más selectiva que la membrana de una célula.
¡Déjame entrar! ¡En verdad quiero estar dentro de ti! Quiero que me poseas, me hagas tuya y no me dejes salir. Quiero quedarme hasta que se me acabe la vista por leerte, hasta quedarme sorda por escuchar tu voz, hasta quedarme muda por hablar tanto de ti.
¡Déjame intentarlo! No te prometo que no he de fallar pero sí prometo dar todo mi esfuerzo y sacarlo de algún lado cuando se empiece a agotar.
Quiero estar junto a ti; es disculpa, súplica y confesión.
Soy un demonio en el infierno equivocado, porque mis desvelos deberían ser contigo y no por ti. Porque el café me sabe mejor si es en tu compañía, y el estrés cesa si me hablas del futuro.
Estoy cansada de no ser suficiente, de que me falte capacidad y estar llena solamente de ganas.
Te necesito tanto, y me siento tan vacía sin ti... aunque suene a cliché.
No me hagas creer que soñé en vano, que imaginar nuestra vida a futuro fue una tontería, que no me despertará tu abrazo cada mañana y no me llenaré de ojeras gracias a ti.
Vamos a intentarlo, una sola vez ¡Una maldita vez! ¿Qué tanto te cuesta? ¿En verdad soy tan poco para merecerte? Dame una oportunidad.
¡Déjame saberme capaz!
Yo puedo, quiero y debo, pero necesito que me dejes estar.
Por favor, medicina.