sábado, 2 de noviembre de 2013

Doble moral.

Despierto, desayuno, salgo al gimnasio y dejo caer cada una de mis dudas por mi espalda... en forma de gotas de sudor. Corro, hasta que el corazón se me sale, hasta que mis pulmones recuerdan que son insuficientes y una fumadora (pasiva) con asma no es capaz de hacerlo durante mucho tiempo. Me desenredo el cabello, tan largo como el nudo de mi garganta.
Me enfundo en esa horrible playera polo amarilla, enrosco mi cabello en el segmento occipital de mi cabeza y me pongo el gafete; sí, ese estúpido gafete que dice "Hola, mi nombre es Abigaíl y ¡estoy para servirle!". Me veo al espejo y dibujo esa sonrisa falsa que dice "me encuentro de maravilla".
Llego a mi casa,  y subo a quitarme el disfraz, dejo que el agua diluya mi identidad y me desnudo a cada lágrima que brota de mis ojos.
Me recuesto en la cama, con la piel tan húmeda y el corazón tan árido. Y en medio del azul infinito de mi habitación estás tú.
¿Qué mierda estás haciendo de tu vida, Abigaíl? ¿Cómo demonios caíste tan bajo? ¿Para quedarte aquí fue que te esforzaste tres años? Le negaste la entrada a tanta gente, le cerraste la puerta en la cara a las oportunidades ¿y para qué? ¿para esto?
¿Y tú, cuánto tiempo llevas perdido? -Una vida.
Me embriaga esa sensación de vacío, ese agujero sin fondo, ese abismo de mediocridad.
Y ahora camino por las mismas calles de hace un mes, de hace un año, de hace una vida. Y me saludan las piedras con las que me negué a tropezar, y me rozan las ramas de aquellos árboles que siempre me ofrecieron su sombra, me abren las puertas de aquellas casas a las que nunca me digné a pasar. Y estás tú, con candados en cada ventana, con la cerradura asegurada con cadenas, con una permeabilidad más selectiva que la membrana de una célula.
¡Déjame entrar! ¡En verdad quiero estar dentro de ti! Quiero que me poseas, me hagas tuya y no me dejes salir. Quiero quedarme hasta que se me acabe la vista por leerte, hasta quedarme sorda por escuchar tu voz, hasta quedarme muda por hablar tanto de ti.
¡Déjame intentarlo! No te prometo que no he de fallar pero sí prometo dar todo mi esfuerzo y sacarlo de algún lado cuando se empiece a agotar.
Quiero estar junto a ti; es disculpa, súplica y confesión.
Soy un demonio en el infierno equivocado, porque mis desvelos deberían ser contigo y no por ti. Porque el café me sabe mejor si es en tu compañía, y el estrés cesa si me hablas del futuro.
Estoy cansada de no ser suficiente, de que me falte capacidad y estar llena solamente de ganas.
Te necesito tanto, y me siento tan vacía sin ti... aunque suene a cliché.
No me hagas creer que soñé en vano, que imaginar nuestra vida a futuro fue una tontería, que no me despertará tu abrazo cada mañana y no me llenaré de ojeras gracias a ti.
Vamos a intentarlo, una sola vez ¡Una maldita vez! ¿Qué tanto te cuesta? ¿En verdad soy tan poco para merecerte? Dame una oportunidad.
¡Déjame saberme capaz!
Yo puedo, quiero y debo, pero necesito que me dejes estar.

Por favor, medicina.