miércoles, 31 de diciembre de 2014

El placer fue todo mío, gracias por formar parte de mi 2014

Hola, mucho gusto. Mi nombre es Abigaíl y es un placer decirte adiós.
Llegaste y me diste una probadita de lo que tanto ansiaba. Me dejaste estar cerquitita de ella, sentirla, hacerla mía y embriagarme con su inmensidad. Sí, gracias por demostrarme que medicina es lo que busco. Conocí personas tan bellas, hice amigos en clase y fuera de ellas, conviví con becarios que algún día serán de los mejores maestros que alguien pueda tener.
Me sacaste, cuando empecé a flaquear y decaí. Me hiciste a un ladito para demostrarme que debo valorar lo que tengo.
Posteriormente me dejaste entrar en el mejor trabajo que haya tenido en mi corta vida. Me mostraste los caminos turbios de la medicina, de las malas decisiones e inclusive de la esperanza. Me enseñaste que los jefes no siempre son malos y los amigos no siempre son verdaderos. Que cuando uno de ve más solo que nunca siempre habrá alguien que te tienda la mano. Que no me quedé sin casa sino que gané muchos hogares. Y de repente ¡adiós! Me volviste a quitar de ahí, porque aún no era momento de saberlo todo. Porque quizá era mucho para mí o yo muy poco para ello.
Me diste el valor, el coraje y el descaro de librarme de una gran opresión, no encontré la llave pero pude romper las cadenas y salir de mi jaula. Gracias. No encontré la libertad que buscaba o al menos no de la manera en que creí pero día tras día me voy dando cuenta que hice lo correcto. Me dolió mucho más que haber estado encerrada ahí 19 años de mi vida, me dolió más que ver a los míos sufrir. Me dolió, inclusive ahora me duele.
Me pusiste en un campo minado y recibí cada explosión directo en el pecho. Todas, cada una abrió heridas diferentes y cuando lloro arden. Pero fue lo correcto, lo mejor para todos. Quizá no lo sienta ahora pero estoy segura de que así será.

A ti, que me lees. A tu que me has escuchado. A ti que quizá y ni me recuerdes. A ti que tratas de olvidarme. A ti que me acabas de conocer.
A ti, a todos ustedes: ¡Gracias!
Gracias por formar parte de éste año, de éstos momentos incómodos, importantes y triviales en mi vida. Gracias por aquella sonrisa que me sacaste. Gracias  por dejarte llevar por mis locuras y acompañarme en mis tormentos. Gracias por darte la oportunidad de conocer a ésta muchacha testaruda. Gracias por quedarte.
A ti, disculpa si te llegué a ofender, si te hablé mal o hice algo para incomodarte. Quizá y no fue mi intención, quizá y sí. De igual manera pido disculpas.
A ti, que te fuiste y lees esto por mera casualidad. Gracias. Por dejar huella en mi vida. Por marcar mis días. Por dejar cicatriz o al menos un lindo recuerdo. Que te vaya bien a donde sea que te diriges y que logres todo aquello que quieres cumplir.

Es todo, no hay más.
No es porque no tenga nada por decir sino que hay cosas que valen la pena demostrarse.
El placer fue todo mío, gracias por formar parte de mi 2014.

La última y me marcho

Gracias por darme fuerza.


Quizá te preguntes cómo, quizá y creas saber la razón de mis palabras, quizá y ni siquiera te importe.
Gracias por tus besos. Gracias por perfeccionar cada movimiento a capricho mío.
¿Recuerdas cuando no sabías besar y rozabas incómodamente mis dientes? ¿Recuerdas cómo te dije que dejaras de moverte y te limitaras a sentir mis labios? ¡Ja! Quién diría que al final fuiste tú quien me mostró cien variantes más de esos movimientos.
Gracias por hacerme cerrar los ojos y flotar en el limbo cálido de tu boca. Gracias por aquellos arrebatos y mordidas, por ese sabor férrico tras arrancarnos la piel con lujuria. Gracias por esos besitos a mi alma que depositabas en mi frente antes de partir. Gracias por tatuarme tus labios en las clavículas, los senos, la espalda, el cuello y cada uno de mis lunares. Gracias por los besos forzados que solo servían para callar mis reclamos, evadir el tema y desviar mi atención. Gracias por toda esa saliva sucia y conjugada. Por esa mezcla de tantas otras bocas más. Gracias por las bacterias ajenas. Gracias por no saber a yerba buena y comerme los labios a mordidas pequeñitas.
¿Recuerdas nuestra primera vez? ¡Qué precoces fuimos! Tú más que yo. Quién diría que perdería mi virginidad de una manera tan... rápida, y que peor aún mi himen se rompería con ayuda de tus dedos. Movimientos asincrónicos y forzados, momentos incómodos. Y de pronto, un día ya más relajados lo hicimos, hicimos el amor. Había música, luz tenue e incienso. Palpamos cada rincón de nuestros cuerpos como si supiéramos lo que hacíamos y nos fundimos. ¿Cuántas pastillas "del día siguiente" fueron necesarias para que descubrieras en qué momento debías quitarte para no eyacular dentro de mí? ¿Cuántos artículos leí para saber cómo hacer una buena felación? ¿Cuántas posiciones creamos rompiendo el récord de las que existen en el libro del Kamasutra? Y es que nunca fue el sexo, sino la piel. No era tu pene entrando y saliendo de mí, eran tus muslos tensos, tus pies rozando los míos, tus manos tomándome por la espalda. No eran los besos lascivos y sucios, era tu lengua recorriendo mis labios, bajando por mi cuello y saboreando mi pezón. Nunca fue tu lengua en mi sexo, serpenteando lenta y agónicamente, era tu mirada obscura deleitándose al saberte bajo control. ¿Cuántas mujeres fueron necesarias para que aprendieras a provocarme orgasmos? ¿Cuántas antes y cuántas después? ¿Cuántas veces lo hiciste pensando en mí, y cuántas lo hiciste para olvidarme?  Gracias, por anotarme en la lista de "mujeres que he tenido en mi cama", gracias por follarme entre sábanas manchadas con sudor de otra piel.
¿Recuerdas cuando cocinábamos? Cada quien a su manera para al final terminar con un plato y compartir el mismo vaso... "Porque  ti no te gusta lavar trastes" dijiste alguna vez. Gracias. Gracias, porque aprendí a cocinar para cuando viviéramos juntos y tuviera qué preparar la cena al llegar ambos del trabajo. Gracias porque nada de lo que cociné iba acorde con tu paladar. Gracias por informarme que las anteriores cocinan mejor que yo.
¿Recuerdas nuestro primer baile? Yo con un estúpido y enorme vestido de XV años y tú con Converse y una corbata de calaveras. Gracias por no aprender a bailar conmigo, por hacer a un lado mis consejos y mi estúpido esfuerzo al tratar de enseñarte algo que quería compartir contigo. En verdad gracias por no hacerme caso, me darían muchos celos que esto también lo hicieras con alguien más.
¿Recuerdas el blues, el licor y aquel día en que te enseñé a fumar? Pensé que hacerlo juntos haría que no fuera tan malo, disculpa que haya sido mala influencia para ti. Disculpa haberme querido comportar con una niña estúpida de 17 años.
Al menos me quedo con la satisfacción de haber compartido un poquito de blues y que a él no le hayas puesto peros. Gracias por hacerme sentir la mujer más patética y físicamente asquerosa del mundo al pedirme que usara un tipo de lencería en especial , al hacer que me desnudara para ti con un baile "sensual", al querer que practicara una coreografía estúpida.

La última y me marcho.
No estoy huyendo, simplemente me mudo de hogar.
Aún no encuentro un abrazo dónde abrigarme del frío ni cuerpo dónde incendiarme y está bien. Tengo tiempo para descubrir maneras en las que podría hacer a alguien mas feliz .
Gracias por darme fuerza, con cada sueño pisoteado, promesa rota y decepción premeditada. Con cada rechazo, menosprecio y mal trato.
Gracias por la libertad que no pedí pero tanto estoy disfrutando. 

domingo, 9 de noviembre de 2014

Monólogo #506.



"Tan idiota, tan estúpida, tan enamorada de ti.
Sigue, Lunita. Sigue arruinado tu futuro por aferrarte a rellenar ese bache en tu camino. Continúa arrastrando cuesta arriba la poca dignidad que te queda. Espéralo como estúpida... Como siempre.
¿Qué te pasa? ¿No que te sabías muy fuerte?  ¿Se suponía que estabas avanzado, no? ¿Por qué retrocediste tanto? Ya casi llegabas, Lunita. No tenías qué mirar atrás."- Monólogo #506.
Y es que ese es mi maldito problema:  siempre regreso. No sé a qué le tengo miedo. Lucho día tras día, camino kilómetros por un túnel obscuro que no conduce a ninguna p
ir avanzando? ¿Acaso eres el frío y la manta que me abriga a la vez? ¿¡Quién eres tú y con qué derecho me pones así!?
No es reclamo, no es pregunta y mucho menos petición... Ésto no es más que otro de mis monólogos, cuando me recuerdo lo mucho que te sigo amando.
arte y cuando por fin llego al final, a la luz, cuando estoy a punto de ser libre... me da por recordarte y regreso a la obscuridad. ¿Acaso soy una luciérnaga y tú esa mampara que me atrae con devoción? ¿Acaso soy la luna y tú mi cielo nublado, o eres el lobo que me aúlla, el poeta que me escribe o el astronauta que se jacta de haberme pisoteado primero? ¿Acaso soy ola y tú el viento que necesita para

martes, 23 de septiembre de 2014

Pero tú no eres el "tú" que yo espero y yo no soy la "ella" con la quieres estar.

Está lloviendo, y mi nariz roja lo sabe.
Hace frío y mis manos congeladas lo sienten.
No estás, y mi alma lo sufre.
Si yo fuera tú en éste día de lluvia estaría conmigo, me diría "Trae tu libro favorito, yo llevo el café" o me recitaría el capítulo 7 de Rayuela.
Si yo fuera tú en éste día de lluvia estaría abrazándome por la espalda mientras caminamos por el parque y escuchamos a los patos graznar.
Si yo fuera tú en éste día de lluvia estaría tirado en el suelo, diciéndote que te pongas encima de la colcha porque si no te has de enfermar.
Si yo fuera tú en éste día de lluvia estaría desnudándote lentamente al compás del blues que hay en mi celular, besaría cada rincón de mi cuerpo en el que tantas veces te has perdido, exploraría cada valle y montaña, cada lago, cada abismo y habitaría cada lunar de los 73 que hay en mi piel.
Si yo fuera tú en éste día de lluvia estaría tomándo el té conmigo frente a la mesa, sonriendo limpiamente a cada una de mis ocurrencias, viéndome leer, escuchándome maldecir por no poder pasar el nivel de un videojuego, perderme en la inmensidad de mis pensamientos.
Si yo fuera tú en éste día de lluvia estaría conmigo.
Pero tú no eres el "tú" que yo espero y yo no soy la "ella" con la quieres estar.
Porque tú no quieres algo estable y a mí me cuesta guardar el equilibrio. Y es que tú no quieres un futuro conmigo, y yo ya escogí el color de mi lencería para el día de nuestra boda.
Porque para ti no es suficiente tenerme en cuerpo y alma, y a mí no me gusta que habites en otros hogares.
Porque tú, porque yo, porque los horóscopos el karma los cosmos o Dios. Porque sí, porque no. Porque nosotros.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Sólo soy yo, desnuda sin bloqueador solar en un día de verano.

-Tengo miedo. Mucho.
+¿De qué?  ¿De quién?
-De todo. De ti.
+Sé que estoy feo, pero ¿por qué?
-Porque me gustas, porque te quiero. Porque si sigo contigo voy a terminar amándote otra vez.
Y no quiero.
No quiero ser la estúpida que aguante tus groserías, tus malos tratos, tus infidelidades. No quiero ser tu juguete otra vez. No quiero ser la tipa con la cojas de vez en cuando, a la que ves en las tardes cuando estás aburrido, la que "está bonita, culona, trae cotorreo pero no es mi novia, no la amo y no veo ni quiero un futuro con ella.".
Y tengo miedo. Mucho.
Porque en verdad no quiero ser nada de eso, porque ya lo he sido y no es algo de lo que esté orgullosa.
Porque tardé mucho en poder descubrirme el rostro sin sentirme humillada, en sonreír de manera sincera, en escuchar música sin tener que pensar en ti.
No quiero deprimirme y terminar encerrada en mi cuarto leyendo o en fiestas conociendo muchachos que ni en lo más mínimo me interesan. No me quiero enamorar de ti otra vez, me da miedo.
Y sin embargo no puedo evitarlo, porque llegas con tu sonrisa estúpida que tanto me gusta y tus comentarios inteligentes y tus manos suaves y ese maldito hueco en tu pecho donde me siento tan segura. Y se me olvida. Y me siento bien. Y te escucho hablar y confío en ti, en nosotros, en mí misma. Y siento que quizá ésta vez podremos hacer las cosas bien.
He cambiado mucho. Dejé mi mal humor en otro lado, mi orgullo, mis mandatos, mis necedades. Dejé muchas cosas. Las cambié por paciencia, por comprensión, por un poquito de ternura. Quizá no se note debido a que no estoy muy acostumbrada a hacerlo y tampoco es como que las ande anunciando con un letrero de neón, pero mis intenciones ahí están. Soy sincera con todo lo que digo y trato de ya no hacerlo a destiempo. Solo que a veces no encuentro las palabras correctas y lo pospongo, pero no lo oculto.
Tengo miedo de ti, mucho.
Siento que de nada sirve que yo haya cambiado tanto, es más siento que ésta vez será peor porque confío, porque no tengo una coraza, porque me estoy exponiendo
al sol sin bloqueador. No quiero que juegues conmigo otra vez, no quiero que mientas, no quiero que me engañes, no quiero que salgas con otras tipas (sí, ya lo admití), no quiero sexo casual, no quiero que me pregunten "es tu novio" y no saber qué putas decir porque la verdad es que no somos nada. Ni novios ni amigos ni amantes ni ningún otro título estúpido. No quiero nada de eso y siento que tú es lo que esperas de mí. Por eso me alejo, me hago a un lado, me quito, me sordeo, me hago bolita. Trato de protegerme, porque ya no sé usar el orgullo como un escudo ni las palabras como navajas.
Sólo soy yo, desnuda sin bloqueador solar en un día de verano.
Y no me quiero quemar, pero sigo sin poder vestirme.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Qué sabes tú de humedad si el agua se evapora al hacer contacto con tu piel.

Era una tarde soleada y calurosa, tanto dentro como fuera de sus cuerpos. Sonaba Bob Marley y el aire acondicionado hacía de fondo al compás.
-Nos falta un cigarro, ¿no crees?
-¿Cigarro? Nos falta hierba.
Ambos rieron, él mostraba sus afilados dientes amarillentos a causa de la nicotina. Sus ojos claros, con esas pestañas que apuntaban al cielo en forma acusadora, la miraban con deseo.
-¿Bajamos a comer?
-¿Qué preparaste para mí?
-Espagueti con carne.
Ella le sonrió, sabía perfectamente que se había esforzado por preparar esa comida para ella. Lo veía de perfil, con esa barba de 7 días que vuelve loca a las mujeres. Se le antojaban tanto esos labios gruesos que ya había saboreado antes, se le hacía agua la boca de pensar en la suavidad de su piel blanca y fría, de sus manos pequeñas pero fuertes, de sus clavículas hermosamente delineadas.
-Bien, vamos a comer.
Ambos se levantaron de la cama rozando su rostro levemente y entonces ella atacó. Le estampó un beso húmedo, firme, intenso y él se lo devolvió con una sonrisa cómplice. Se besaron. Sus manos descendieron junto a un ajetreo respiratorio. Él la tomó por las caderas y la puso encima. Ella se movía ritmicamente al compás del reggae. Recordó que él solo había estado con una mujer, y desconocía del poder que ésta puede tener al hincarse.
-Disfrútalo, yo pago las consecuencias.
El tan encerrado compañero de juegos saltó al bajar la bragueta de su ajustado pantalón azul y ella rápidamente lo atrapó con sus labios, cuidando no lastimarlo con sus dientes. Lo besó, lo lamió e inclusive dio leves mordiditas en zonas estratégicas. Mientras tanto su dueño se mantenía envuelto en tan desconocido placer, gemía y lanzaba suspiros al viento que se fundían rápidamente con la humedad del lugar.
-Espera, el que te invitó fui yo, no me dejes como si fuera un mal anfitrión.
Y la levanto sutilmente con un beso en los labios, la recostó en su cama y palpó sus senos frescos, tiernos y rosados. Bajó por su ombligo, y ella instintivamente lo alejó de ese lugar
-No me gusta que jueguen con él, mientras te mantengas lejos de mi ombligo podemos seguir.
Él continuó como si nada, bajó sus dedos y encontró toda aquella humedad que con tanto ahínco se empeñaban en sacar del ambiente de la recámara. Introdujo su dedo suave y agónicamente, dando giros bidireccionales, arremetiendo a diferente velocidad, jugando los gemidos ahogados de la mujer que en su cama yacía.
Se besaron se tocaron, se mordieron. Jugaron de manera que el pecado era lo más puro conocido en su mundo. No se amaban y era lo que le daba sabor al asunto.
-Mi teléfono está sonando
-No respondas, estamos ocupados
-Hay qué comer.
-Sí... Vamos.
Apagaron el clima, dejaron a Bob cantar y bajaron la escalera con la sonrisa puesta, el cabello desordenado y un cinismo en la mirada que a lejos se veía que estuvieron a punto de follar.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Regresé, al final me di cuenta que soy peor para vivir que para escribir.

El día está gris, ¿eso explica mi semblante, cierto? Sí, tú bien sabes que los días grises me deprimen, se me antojan con café y tus dedos desenredándo mi cabello. Afuera no hace frío, no hay lluvia y ni siquiera hay viento... Y sin embargo está gris.

Hace mucho que no te escribo, hace mucho que no te nombro, hace mucho que ya no me mojas.
Y pese al "mucho", te extraño.
Siento esa opresión asfixiante de tu ausencia, ese eco ensordecedor de tu silencio, ese dolor punzante de tu despedida. Te extraño.

¿Recuerdas el vestido blanco que había comprado? Ya lo estrené, me quedaba un poco vacío (recuerda que soy copa B). Y las botas para lluvia ¿sabes qué hice con ellas? Me puse a brincar en los charcos mientras bailaba bajo la lluvia. Ya tengo unos VANS rojos, me van bien con el pantalón negro y el moño que desentona con mi mirada sombría. Mi chaqueta negra se desgarró. Ya le lloré a todos los personajes de Zafón, cambié mis lentes y después de tanto estudio necesito otros nuevamente. Neruda no está en mi mesa de noche pero se me a ido metiendo en el corazón. Hay mucho blues en mi iPod y llevo más de 10 pares de audífonos descompuestos. ¡Trabajo en el mejor lugar del mundo! No, no es en una cafetería y tampoco en una librería, ¡mucho menos en una cafebrería! Trabajo en un hospital, en el área de cuidados intensivos. Sí, estoy empapada hasta los zapatos clínicos de medicina, ¿que si me gusta? ¡Lo amo! Me encanta todo lo que estoy aprendiendo, todo lo que estoy ayudando y por si fuera poco todo lo que me ayudan mis pacientes a mí.
La escuela, va bien, un poco aletargada y postergada por el momento pero ya iremos avanzando. No es por nada pero la bata me sienta bien.
Hace meses que no tomo una gota de alcohol (tampoco es que haya sido una borracha o mucho menos pero es algo que me sorprende), y ni hablar de fumar. ¿Sexo? En efecto, sólo eso y para mi desgracia no me satisface, no me llena, no se me antoja.
¿Amor?
Amor. Siendo sincera he olvidado cómo se siente, la manera en que lo saboreaba relamiéndome los labios. No, hace mucho que no me visita. Lo tuve unos cuántos meses, en diciembre, por ejemplo, me acompañó a recibir al 2014 con una sonrisa y un tierno beso en los labios. Me trajo charlas graciosas y vaivénes de ánimo, me cogió de la mano y me invito a volar. ¡Y yo que tanto me aferraba a él! Lo hacía mío hasta con los dientes y sin darme cuenta se me escapó como un suspiro. No lo vi partir pero su ausencia no se ha hecho presente, no me calado recordándome que tengo huesos. Sabes, hace mucho que no lo recordaba.
Regresé, ¿me extrañaste? Sinceramente yo sí. Me hacías tanta falta. Me picaban las manos por escribirte pero eran más las ganas de vivir.
Gracias por quedarte, allá afuera todo sigue igual.
Regresé, al final me di cuenta que soy peor para vivir que para escribir.