martes, 23 de septiembre de 2014

Pero tú no eres el "tú" que yo espero y yo no soy la "ella" con la quieres estar.

Está lloviendo, y mi nariz roja lo sabe.
Hace frío y mis manos congeladas lo sienten.
No estás, y mi alma lo sufre.
Si yo fuera tú en éste día de lluvia estaría conmigo, me diría "Trae tu libro favorito, yo llevo el café" o me recitaría el capítulo 7 de Rayuela.
Si yo fuera tú en éste día de lluvia estaría abrazándome por la espalda mientras caminamos por el parque y escuchamos a los patos graznar.
Si yo fuera tú en éste día de lluvia estaría tirado en el suelo, diciéndote que te pongas encima de la colcha porque si no te has de enfermar.
Si yo fuera tú en éste día de lluvia estaría desnudándote lentamente al compás del blues que hay en mi celular, besaría cada rincón de mi cuerpo en el que tantas veces te has perdido, exploraría cada valle y montaña, cada lago, cada abismo y habitaría cada lunar de los 73 que hay en mi piel.
Si yo fuera tú en éste día de lluvia estaría tomándo el té conmigo frente a la mesa, sonriendo limpiamente a cada una de mis ocurrencias, viéndome leer, escuchándome maldecir por no poder pasar el nivel de un videojuego, perderme en la inmensidad de mis pensamientos.
Si yo fuera tú en éste día de lluvia estaría conmigo.
Pero tú no eres el "tú" que yo espero y yo no soy la "ella" con la quieres estar.
Porque tú no quieres algo estable y a mí me cuesta guardar el equilibrio. Y es que tú no quieres un futuro conmigo, y yo ya escogí el color de mi lencería para el día de nuestra boda.
Porque para ti no es suficiente tenerme en cuerpo y alma, y a mí no me gusta que habites en otros hogares.
Porque tú, porque yo, porque los horóscopos el karma los cosmos o Dios. Porque sí, porque no. Porque nosotros.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Sólo soy yo, desnuda sin bloqueador solar en un día de verano.

-Tengo miedo. Mucho.
+¿De qué?  ¿De quién?
-De todo. De ti.
+Sé que estoy feo, pero ¿por qué?
-Porque me gustas, porque te quiero. Porque si sigo contigo voy a terminar amándote otra vez.
Y no quiero.
No quiero ser la estúpida que aguante tus groserías, tus malos tratos, tus infidelidades. No quiero ser tu juguete otra vez. No quiero ser la tipa con la cojas de vez en cuando, a la que ves en las tardes cuando estás aburrido, la que "está bonita, culona, trae cotorreo pero no es mi novia, no la amo y no veo ni quiero un futuro con ella.".
Y tengo miedo. Mucho.
Porque en verdad no quiero ser nada de eso, porque ya lo he sido y no es algo de lo que esté orgullosa.
Porque tardé mucho en poder descubrirme el rostro sin sentirme humillada, en sonreír de manera sincera, en escuchar música sin tener que pensar en ti.
No quiero deprimirme y terminar encerrada en mi cuarto leyendo o en fiestas conociendo muchachos que ni en lo más mínimo me interesan. No me quiero enamorar de ti otra vez, me da miedo.
Y sin embargo no puedo evitarlo, porque llegas con tu sonrisa estúpida que tanto me gusta y tus comentarios inteligentes y tus manos suaves y ese maldito hueco en tu pecho donde me siento tan segura. Y se me olvida. Y me siento bien. Y te escucho hablar y confío en ti, en nosotros, en mí misma. Y siento que quizá ésta vez podremos hacer las cosas bien.
He cambiado mucho. Dejé mi mal humor en otro lado, mi orgullo, mis mandatos, mis necedades. Dejé muchas cosas. Las cambié por paciencia, por comprensión, por un poquito de ternura. Quizá no se note debido a que no estoy muy acostumbrada a hacerlo y tampoco es como que las ande anunciando con un letrero de neón, pero mis intenciones ahí están. Soy sincera con todo lo que digo y trato de ya no hacerlo a destiempo. Solo que a veces no encuentro las palabras correctas y lo pospongo, pero no lo oculto.
Tengo miedo de ti, mucho.
Siento que de nada sirve que yo haya cambiado tanto, es más siento que ésta vez será peor porque confío, porque no tengo una coraza, porque me estoy exponiendo
al sol sin bloqueador. No quiero que juegues conmigo otra vez, no quiero que mientas, no quiero que me engañes, no quiero que salgas con otras tipas (sí, ya lo admití), no quiero sexo casual, no quiero que me pregunten "es tu novio" y no saber qué putas decir porque la verdad es que no somos nada. Ni novios ni amigos ni amantes ni ningún otro título estúpido. No quiero nada de eso y siento que tú es lo que esperas de mí. Por eso me alejo, me hago a un lado, me quito, me sordeo, me hago bolita. Trato de protegerme, porque ya no sé usar el orgullo como un escudo ni las palabras como navajas.
Sólo soy yo, desnuda sin bloqueador solar en un día de verano.
Y no me quiero quemar, pero sigo sin poder vestirme.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Qué sabes tú de humedad si el agua se evapora al hacer contacto con tu piel.

Era una tarde soleada y calurosa, tanto dentro como fuera de sus cuerpos. Sonaba Bob Marley y el aire acondicionado hacía de fondo al compás.
-Nos falta un cigarro, ¿no crees?
-¿Cigarro? Nos falta hierba.
Ambos rieron, él mostraba sus afilados dientes amarillentos a causa de la nicotina. Sus ojos claros, con esas pestañas que apuntaban al cielo en forma acusadora, la miraban con deseo.
-¿Bajamos a comer?
-¿Qué preparaste para mí?
-Espagueti con carne.
Ella le sonrió, sabía perfectamente que se había esforzado por preparar esa comida para ella. Lo veía de perfil, con esa barba de 7 días que vuelve loca a las mujeres. Se le antojaban tanto esos labios gruesos que ya había saboreado antes, se le hacía agua la boca de pensar en la suavidad de su piel blanca y fría, de sus manos pequeñas pero fuertes, de sus clavículas hermosamente delineadas.
-Bien, vamos a comer.
Ambos se levantaron de la cama rozando su rostro levemente y entonces ella atacó. Le estampó un beso húmedo, firme, intenso y él se lo devolvió con una sonrisa cómplice. Se besaron. Sus manos descendieron junto a un ajetreo respiratorio. Él la tomó por las caderas y la puso encima. Ella se movía ritmicamente al compás del reggae. Recordó que él solo había estado con una mujer, y desconocía del poder que ésta puede tener al hincarse.
-Disfrútalo, yo pago las consecuencias.
El tan encerrado compañero de juegos saltó al bajar la bragueta de su ajustado pantalón azul y ella rápidamente lo atrapó con sus labios, cuidando no lastimarlo con sus dientes. Lo besó, lo lamió e inclusive dio leves mordiditas en zonas estratégicas. Mientras tanto su dueño se mantenía envuelto en tan desconocido placer, gemía y lanzaba suspiros al viento que se fundían rápidamente con la humedad del lugar.
-Espera, el que te invitó fui yo, no me dejes como si fuera un mal anfitrión.
Y la levanto sutilmente con un beso en los labios, la recostó en su cama y palpó sus senos frescos, tiernos y rosados. Bajó por su ombligo, y ella instintivamente lo alejó de ese lugar
-No me gusta que jueguen con él, mientras te mantengas lejos de mi ombligo podemos seguir.
Él continuó como si nada, bajó sus dedos y encontró toda aquella humedad que con tanto ahínco se empeñaban en sacar del ambiente de la recámara. Introdujo su dedo suave y agónicamente, dando giros bidireccionales, arremetiendo a diferente velocidad, jugando los gemidos ahogados de la mujer que en su cama yacía.
Se besaron se tocaron, se mordieron. Jugaron de manera que el pecado era lo más puro conocido en su mundo. No se amaban y era lo que le daba sabor al asunto.
-Mi teléfono está sonando
-No respondas, estamos ocupados
-Hay qué comer.
-Sí... Vamos.
Apagaron el clima, dejaron a Bob cantar y bajaron la escalera con la sonrisa puesta, el cabello desordenado y un cinismo en la mirada que a lejos se veía que estuvieron a punto de follar.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Regresé, al final me di cuenta que soy peor para vivir que para escribir.

El día está gris, ¿eso explica mi semblante, cierto? Sí, tú bien sabes que los días grises me deprimen, se me antojan con café y tus dedos desenredándo mi cabello. Afuera no hace frío, no hay lluvia y ni siquiera hay viento... Y sin embargo está gris.

Hace mucho que no te escribo, hace mucho que no te nombro, hace mucho que ya no me mojas.
Y pese al "mucho", te extraño.
Siento esa opresión asfixiante de tu ausencia, ese eco ensordecedor de tu silencio, ese dolor punzante de tu despedida. Te extraño.

¿Recuerdas el vestido blanco que había comprado? Ya lo estrené, me quedaba un poco vacío (recuerda que soy copa B). Y las botas para lluvia ¿sabes qué hice con ellas? Me puse a brincar en los charcos mientras bailaba bajo la lluvia. Ya tengo unos VANS rojos, me van bien con el pantalón negro y el moño que desentona con mi mirada sombría. Mi chaqueta negra se desgarró. Ya le lloré a todos los personajes de Zafón, cambié mis lentes y después de tanto estudio necesito otros nuevamente. Neruda no está en mi mesa de noche pero se me a ido metiendo en el corazón. Hay mucho blues en mi iPod y llevo más de 10 pares de audífonos descompuestos. ¡Trabajo en el mejor lugar del mundo! No, no es en una cafetería y tampoco en una librería, ¡mucho menos en una cafebrería! Trabajo en un hospital, en el área de cuidados intensivos. Sí, estoy empapada hasta los zapatos clínicos de medicina, ¿que si me gusta? ¡Lo amo! Me encanta todo lo que estoy aprendiendo, todo lo que estoy ayudando y por si fuera poco todo lo que me ayudan mis pacientes a mí.
La escuela, va bien, un poco aletargada y postergada por el momento pero ya iremos avanzando. No es por nada pero la bata me sienta bien.
Hace meses que no tomo una gota de alcohol (tampoco es que haya sido una borracha o mucho menos pero es algo que me sorprende), y ni hablar de fumar. ¿Sexo? En efecto, sólo eso y para mi desgracia no me satisface, no me llena, no se me antoja.
¿Amor?
Amor. Siendo sincera he olvidado cómo se siente, la manera en que lo saboreaba relamiéndome los labios. No, hace mucho que no me visita. Lo tuve unos cuántos meses, en diciembre, por ejemplo, me acompañó a recibir al 2014 con una sonrisa y un tierno beso en los labios. Me trajo charlas graciosas y vaivénes de ánimo, me cogió de la mano y me invito a volar. ¡Y yo que tanto me aferraba a él! Lo hacía mío hasta con los dientes y sin darme cuenta se me escapó como un suspiro. No lo vi partir pero su ausencia no se ha hecho presente, no me calado recordándome que tengo huesos. Sabes, hace mucho que no lo recordaba.
Regresé, ¿me extrañaste? Sinceramente yo sí. Me hacías tanta falta. Me picaban las manos por escribirte pero eran más las ganas de vivir.
Gracias por quedarte, allá afuera todo sigue igual.
Regresé, al final me di cuenta que soy peor para vivir que para escribir.