Comenzando el día de una forma tan normal: Despertar y pensar en ti, hacer de ese pensamiento una fuerza motora que me impulse a levantarme y seguir con mi rutinaria vida.
Aislarme del mundo y perderme entre la música mientras me dirijo hacia el ligar del cual dependerá mi futuro.
Terminar temprano y regresarme, nuevamente perdida entre notas, voces y uno que otro grito.
Dudar: ¿Ir a buscarte o quedarme sola? Decido buscar una excusa para ir contigo, porque ¿Qué es la vida sin riesgos? Me recibes de una forma meramente tuya y me invitas a pasar, por mi cabeza empiezan a rodar las ideas que tanto me hacen dudar, hasta que me convences y entramos.
Llegamos hasta la recámara y nos quitamos de los excesos: ropa, zapatos, accesorios...
La magia comienza y me besas suavemente, me sientes, me animas, me revives.
La llama se enciende y te muerdo, te rasguño, te veo.
La temperatura aumenta y el calor nos hace sudar "una ducha" es tu sugerencia, y acto seguido, nos encontramos en la regadera:
Sentir el agua descendiendo por mi piel, sentir tus dedos que siguen suavemente el curso de las gotas.
Frotar jabón en tu espalda y ver como se te eriza la piel, escuchar tu latir: tan tranquilo y fuerte.
Y el agua seguía corriendo, bajando por nuestros cuerpos, que se palpaban sin perversión, los corazones cantando y nuestros labios comunicandose.
Abrazarte, con calma y un poco de pudor; pero con ganas de no apartarme nunca de allí.
¿Y si me construyes una casa entre tus brazos? Así podría sentirme segura, en paz.
Aumentar otra vez la temperatura, revolcar las sabanas y tirar todo lo que había en la cama, besarte: como si el mundo fuese a terminar.
Hoy aprendí que un abrazo tuyo puede ser mas que eso; puede devolverme la paz o hacer que la pierda por completo.
Que un beso siempre debe sentirse como el ultimo: salvaje e impuro y suave a la vez.
Que no necesito de mucho para sentirme feliz, si tu te encuentras a mi lado.
Que te amo mas de lo que pensaba.