Me volví polvo, la sombra de una niña que de repente se hizo mujer en tus brazos. El espectro de un ser oscuro. De uñas negras y cabello ensortijado. Un ente que vaga por los rincones del mundo buscando un aroma, un sonido, un signo o una señal. Algo que tenga tu forma o parte de tu esencia. Unos ojos que me miren y no me juzguen. Te ame demasiado, pero jamás me había dado cuenta hasta que un día abrí los ojos y ya no estabas al pie de mi cama como todas las mañanas, que tus manos ya no se enroscaban entre mis cabellos, y tu boca dejo de respirar sobre mi nuca.
Me siento más sola que nunca, vacía y desamparada, acurrucada en un rincón esperando. Empapada en un mar de llanto. Lastimando mi piel, vejando mis manos y mi corazón. Quiero desconectar mi cuerpo del hilo que me une al mundo y dejarme llevar. Ya no me importa el destino, el cielo o el infierno me da igual, de todas maneras en ninguno de los dos estaré contigo. Fracase, contigo y conmigo. Ya no deseo más nada, pues todo lo que deseaba era al menos una noche entre tus brazos, pero esa idea se ha esfumado.
Estoy cayendo, sucumbo ante lo inevitable, era previsible todo esto pero estuve ciega y me negué a ver la realidad. Me encerré en mi castillo de cristal y no quise saber del mundo real. Hoy que me volví una vagabunda, mendiga de un sentimiento, dueña de una obsesión se cuan errada estuve. Ahora pago mi pecado, amarte con locura, tanto así que resolví volar lejos. No tiene sentido la vida, y la muerte me parece absurda. Quizás, en otra vida, en otro cuerpo en otro tiempo y lugar, pueda reparar mi error…por eso allí voy a tu encuentro…
Y la sangre se extendió a lo largo y ancho de la sábana blanca de algodón. Este es el fin de una agonía, el final de una obsesión.