Avanza, sin preguntar cuál es ritmo que quieres tomar, sin disculparse por ir tan rápido, sin aburrirse porque va muy lento. Mi ritmo de vida es torpe. Tropieza más de lo que avanza y se detiene más que un camión público.
Aún sigo siendo una niña, me ilusiono con facilidad. Vuelo, encima del mundo entero, para después caer y quebrarme las alas. Devoro nubes, dejando que se deshagan en mi lengua, para que después mis ojos vomiten el agua que éstas tenían. Me resbalo en arcoiris que no conducen a una olla con monedas de oro, sino a un lago lleno de lodo.
Hoy fue mi cumpleaños y yo no quería una enorme fiesta, un pastel gigante, un montón de globos, millones de abrazos y mucha gente a mi alrededor. Lo único que yo quería era una velita para pedir un deseo. Lo único que esperaba de este día era un dolor de estómago por tanto reír.
No tuve una velita ni carcajadas a más no poder.
Hoy tuve un día ocupado, entre exámenes finales y estrés, entre charlas cortas y saludos improvisados, entre sonrisas fingidas y felicitaciones hipócritas. Hoy tuve un día aburrido, igual a todos los demás. Hoy descubrí que estoy creciendo.
Hoy me di cuenta de que ya no puedo ser una niña, ya no me puedo ilusionar más. No puedo seguir ansiando la felicidad en cada momento. No puedo tener nada a menos que me esfuerce. No me voy a quedar teniendo 15 años, y no todo va a ser felicidad.
La verdad es que no disfruté el día de hoy pero no es el último, hoy también comprendí eso. La vida no se trata de un día al año, ni la edad. La vida se trata de ese momento que está por venir, de qué tanto lo vamos a aprovechar.
Felices 17 Abigaíl, no te desilusiones de la vida porque ésta no tiene la culpa de tu amargura.