sábado, 1 de diciembre de 2012


Al terminar de leer “Sal con una chica que lee”, sonrió.- Abigaíl leía, escribía y tomaba café. Abigaíl era frágil, torpe y muy dulce a la vez. Abigaíl era una mujer melancólica, sentimental y susceptible a cualquier comentario con respecto a su persona. De apariencia “ruda” y un tanto agresiva, desinteresada, fuerte e inmune a los demás. Abigaíl aparentaba ser una mujer segura y por dentro se escondía tras la puerta, cual niña pequeña.- Al terminar de leer sonrío y se sintió herida, porque a pesar de ser tan maravillosa como ese texto decía, como muchas personas afirmaban como él llego a afirmar, a pesar todo eso, ella no lo sentía. Abigaíl es inestable y empieza a preocuparse por su físico, más que para agradarle a los demás es para agradarse a sí misma; quiere sentirse orgullosa del reflejo que le muestra el espejo. Abigaíl es insegura, duda en cada decisión que toma, en cada paso que da y en cada respuesta que afirma. Abigaíl sabe lo que es amar y por ende, sabe lo que es doler. Al terminar de leer “Sal con una chica que lee”, se sintió herida, estúpida, insignificante; porque nada de eso era suficiente para el hombre que ella amaba y el que le había jurado amor incondicional. Ella no era lo suficientemente linda, tierna e interesante, lo sabía porque de no ser así, él no hubiera necesitado “amigas” porque la tenía a ella, y ella leía y escribía también y aún así no era suficiente.