lunes, 31 de diciembre de 2012

Rota.

Tan rota como la muñeca de trapo, que yace olvidada bajo la cama, de la niña que se convirtió en mujer.
Tan rota como la copa que está en el suelo, la que el borracho dejó caer, la que su líquido derramó.
Tan rota como la ventana con vista al cielo nublado, la que el viento hizo añicos en un ataque de furia.
Tan rota como la rama más alta, la más frágil, la más seca; la que la ardilla pisoteo dejándola caer.
Tan rota como el espejo sin reflejo, sin sonrisa a la cual imitar; espejo al que el puño hizo destrozar.
Tan rota como la promesa vacía y sin deseo de cumplirse, la que la boca pronunció sin pensar.
Tan rota como el ala del ave caída, que en pleno vuelo su distracción la llevó a un desenlace fatal.
Tan rota como la taza en la cocina, aquella que dejó al café huir de su interior.

Rota, por ti, por mí, por nosotros.
Rota, pero no deshecha.

Afortunadamente, aún tengo reparación.