sábado, 31 de marzo de 2012
Lloverás.
Esta tarde puedo comprender tu actitud de estos últimos días: El cielo gris obscuro tiene tu rostro, es exacto, los mismos síntomas, la cara nublada, los ojos como centellas y relámpagos, la voz en un trueno, y detrás de toda esa mascara de tempestad la angustia de anhelos contenidos, de necesidades no confesadas. Tus inquietudes han tomado forma de nubes. Sé que lloverá, no hay duda, así que aquí estoy, espero con ansias la tormenta oliendo la humedad en el aire electrizado, y con la fe ciega de que también lloverá en ti, verás con claridad cuáles son los deseos que reclaman tu alma... y tu cuerpo.
Mis brazos están extendidos, las palmas hacia arriba, te contemplo con los ojos cerrados esperando impaciente que mis manos se llenen de ti, agua que fluirá furiosa por entre mis dedos, que empapará mi cuerpo en su abrazo incontenible, invadiendo mi ser hasta los lugares más recónditos. Al final, cuando escampe y salga el sol, tus labios en sonrisa me prometerán el arco iris, ése que pintará de colores el azul claro y frío de ese cielo, oculto e inquieto, bajo el cual Yo ya estoy segura de esperarte