martes, 31 de diciembre de 2013

Adiós 2013, fue un gusto tenerlo entre mis años.

Llegó con una nueva oportunidad, con promesas, con un amor que no estaba destinado a ser.
Se va con una luz encendida, con misterios, con promesas no dichas, con un futuro lleno de "quizás".

Llegó a cerrar un ciclo y a darme un nombre: "Inhaloterapista", egresada de la Escuela y Preparatoria Técnica Médica.
Se va con un sobrenombre prometedor: "Médico cirujano y partero; estudiante de Medicina"

Llegó con un compromiso muy importante: Servicio social en el Hospital Universitario.
Se va con una meta bien propuesta: Prácticas en el Hospital Universitario.

Llegó con un nuevo trabajo, totalmente ajeno: Cajera, en una tienda departamental.
Se va con recuerdos maravillosos: Gente que real e indirectamente cambió mi vida.

Usted vino a ponerle fin a mis esperanzas, a mis miedos, a mi amor. Vino y me dejó un tanto sola y apesadumbrada. Vino y me quitó a tanta gente que aún no sé si en verdad llegué a necesitar.
Usted se va, y me trae muchas promesas y sabe algo, no las quiero saber. Yo sola me las voy a cumplir.

Gracias, 2013; fuiste un año difícil, duro, pesado y cansado. Pero eres el más memorable y el que me ha enseñado más en lo poco que llevo de vida.

Gracias a aquellos que se fueron, así sin más. Gracias a los que ya estaban pero se metieron más al fondo de mi alma. Gracias a los que llegaron con nuevas sonrisas. Gracias a los que vendrán.

Adiós, 2013; fue un gusto tenerlo entre mis años. Créame que de usted no me voy a olvidar.

Gracias por llegar a mi vida, amor.

Te me fuiste de un día para otro. Te me escurriste entre los dedos cual si fueses agua. Desapareciste tan fugaz como una estrella. Llegas, me haces feliz... ¡Inmensa y estúpidamente feliz!
Gracias, por haber venido, por quedarte día tras día hasta cumplir años. Porque mes tras mes me sorprendías con nuevas sensaciones. Porque latido tras latido crecías más.
Gracias, amor; gracias por llegar a mi vida.
Me embriagaste, me hiciste alucinar cual si fueses droga, me hiciste reír cual si fuese niña, me hiciste soñar cual adolescente y me hiciste actuar, cual si fuese mujer.
Gracias por venir, amor.
Aprendí a colorear sin seguir los bordes de la imaginación, a cantar con las manos y escribir las poesías más cursis en su espalda. Me enseñaste a tejer sueños, cual si fuese araña. Me dejaste volar, pese a vivir dentro de una jaula.
Gracias por visitarme, amor.
Me hice más fuerte; maduré. Y aprendí que madurar no es dejar de reír  sino hacerlo con más fuerza y un poquito de menos ruido. Me mojé, me empapé de ti y ahora te evaporaste como agua al sol.
Gracias por llenarme, amor.
Y no me arrepiento de nada, ni siquiera de los errores. Porque así es como algún día te podré tener cada día cuando despierte. Y estarás ahí, para darme los buenos días y hacerme buenas las noches.
Gracias por llegar, no con la persona correcta ni en el momento preciso pero sí por darme una probadita de tu sabor.Gracias por llegar a mi vida, "amor".

domingo, 29 de diciembre de 2013

Clases.

Le enseñé a saborear los recuerdos a través del café, a leer otra historia con solo tocar las páginas del libro, a escuchar el susurro de la luna.
Le enseñé a contar las nubes y darle forma a las estrellas, a escribir las historias más lascivas con la punta de la lengua. A descifrar silencios y a traducir miradas, le enseñé a guardar recuerdos y a cumplir promesas. A pensar en el futuro y a disfrutar el presente. A volar con los pies y a sonreir con los oídos. Le enseñé a levantarse, a caer, a dejarse vencer de vez en cuando y a romper con las leyes de la gravedad. Le enseñé a cocinar, a dibujar mariposas y a preparar poesía.
Quizá y ya lo sabía, quizá yo no lo enseñé... quizá y la que aprendió todo eso fui yo.

Faltas.

Me siento morir. Literal y dramáticamente hablando.
Siento esa tristeza que acompaña el final de ciertos acontecimientos, esa melancolía de la lluvia, esa incertidumbre en las últimas páginas del libro, esa resignación que guarda el punto final.
Tengo ese sabor amargo del hubiera, ese nudo en la garganta que anuda el orgullo, esa piedra en el zapato de la cobardía, esa espinita en el dedo de la impotencia.
Necesito ver a tantas personas, abrazarlas fuerte y decirles cuánto les quiero, disculparme por ser tan impulsiva y no actuar ni gritar pero sí quedarme callada.
Me urge perdonar a tanta gente, deglutir tantos tragos amargos, procesarlos y defecarlos después.
Debo terminar tantas cosas pendientes, tantas metas, tantos libros a medias, tantos comienzos, tantos finales sin el punto.
Aún me quedan signos de interrogación por cerrar, puntos por suspender, comas por continuar y escribir una historia que comience por un "érase una vez".
Me falta comprarme unas botas para la lluvia, una chaqueta negra de piel, un moño rojo, un pantalón de tubo color negro y una luna más.
No he terminado de leer a Zafón, a García Márquez, a Bukowski y a Sartre. No tengo a Frida en mi estante, ni a Neruda en mi mesa de noche. Ni siquiera le he cambiado el aumento a mis lentes.
No he podido comprarme unos VANS rojos, ni unos tacones para aprender a pisar.
Mi voz no está ronca por cantar toda la madrugada, mis pies no están hinchados de tanto bailar. Mi blusa no está empapada de sudor y la sonrisa no se ha podido asomar.
El vestido blanco, sigue en mi armario. Sin estrenar.
Aún no llego a mi peso ideal, a mis clavículas les falta saltarse más, mi cabello sigue largo y maltratado por los nudos que no has deshecho.
No conozco Londres, ni siquiera he ido al museo azul en México.
Por pendientes importantes me falta llevarle serenata a mi mamá, aprender a tocar "memories in my eyes", contar un millón de veces más los lunares de tu
espalda, darle forma a las nubes en una tarde gris y contarle a mi hija la manera en que me enamoraste.
Tengo tanto por hacer y tan poco es el tiempo,
tengo tanto por hacer y es tan poca mi fuerza,
tengo tanto por hacer y me faltan motivos. Me faltas tú. Me falto. Nos falto.

Otoño.

Llegas, ¿para qué? ¿Para qué regresas al lago donde arrojaste aquella vez la piedra que se te atravesó en tu camino?
Y yo sigo aquí, amándote como siempre, siendo la misma idiota que te recuerda día tras día a pesar de los años. ¿Y para qué? ¿Para qué si tú ya no estás conmigo?
Ilusa yo, que pensé poder olvidarte, que creí ser más fuerte y me sentí más plena que nunca
¿De qué le sirve a la luna brillar si no hay poeta que le escriba, lobo que le aúlle ni sol que la eclipse?
Y es que aquí ya no hay nada, mas que cenizas de otoño.

Me sobra todo, me faltas tú.

Me sobra la noche, las estrellas, las nubes gris, me sobra un cigarrillo en la caja, me sobra el café de la mañana. Me sobran los amaneceres, las flores llenas del rocío, la lluvia en la ventana, la almohada fría, los dedos de mi mano derecha. Si me faltas tú, me sobra todo.
Me sobran motivos tristes, canciones de melancolia, un dia de cada semana , dos horas antes de dormir, los besos en la frente y un control de xbox.
Me sobran los viajes de ida y volver, un capítulo por leer, un libro por escribir, una cámara por comprar y cientos de fotos en las que has de salir rozándome con tu barba.
Me sobran las letras, las risas y un par de libros por narrar.
Me sobran las notas del piano, los acordes del viento y el compás de tu voz.
Me sobra la lluvia, el cielo gris y una caja de tizas pastel.
Me sobra la ropa interior, el labial rojo y las uñas largas. Me sobra la minifalda y los zapatos de tacón.
Me sobran los nudos en el cabello, en la garganta y en los audifonos.
Me sobra esta hoja en blanco, y este suspiro sin dueño.
Me sobra todo, me faltas tú.

Hoy no.

Hoy no voy a escribir sobre nosotros. Sobre lo que fue y no será.
No voy a hablar de tus manías, de la manera en que arrugas la frente cuando tratas de recordar, de tu boca apretada cuando te concentras en algún dibujo, del brillo de tus ojos cuando estás feliz, del tono de tu voz cuando intentas no romper en llanto, de tus manos serenas cuando te resignas a fallar, de tus miradas lascivas cuando me acomodo el sostén, de tu espalda caída cuando tu cuerpo ya no aguanta más. No voy a recordarte mordiendote el labio inferior, tus dedos formando un triángulo cuando quieres seguir la conversación, tu mirada vacía y abismal cuando te encuentras sin salida, tu lengua relamiendo los labios cuando mientes.
No quiero decir que el cielo es tan gris que extraño tus pinturas al óleo, que el frío me cala en los huesos que no han de estar bajo el abrigo de tus brazos, que me sangran los labios por no poderte besar, que el maquillaje en mi rostro no es más que un antifaz. No  quiero que sepas que me compré un vestido para un baile al que sé no me acompañarás, ni que mis botas de lluvia se convirtieron en basura desde que no estás para brincar conmigo en los charcos. No te voy a contar que en este preciso instante estás desenredando mis trenzas y limpiando las lágrimas que se empeñan en salir. ¡Ya no! ¡No otra vez! ¡Te juro que no es otro 28 en que mis ojos se niegan a cerrarse! ¡Juro que no me estoy aferrando a algo que ya terminó!
No estoy escribiendo otra nota absurda que no has de leer, te prometo que no son letras empapadas en un ¡Quédate, regresa por favor! Ya no, mi vida. Ya no.
Y es que en medio de tanta agonía sigues latente, y yo sigo intentando vivir.
Pero es que esto no se trata de ti, ni de cuánta falta me haces, ni de todos esos tragos amargos que llevan tu nombre. No se trata de las fotos, los mensajes, los dibujos. No se trata de la ropa, de los peluches, de mi alcancía y mucho menos de mis botas.
Esta entrada no habla de ti, de tus besos en mi espalda, de tus dedos en mis hombros ni de cómo tu lengua desciende por mi pecho.
No, mi vida. Esta entrada habla de mí y de lo estúpida que sigo siendo.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Los príncipes no son azules y las durmientes, aunque sean bellas, nunca despiertan de su sueño.

Él es uno de esos príncipes sin reino que corren por ahí esperando que los beses para transformarse en sapo. Lo entiende todo al revés y por eso me gusta tanto. La gente que piensa que lo
entiende todo a derechas hace las cosas a izquierdas, y eso, viniendo de una zurda, lo dice todo.
Me mira y se cree que no le veo. Imagina que me evaporaré si me toca y que, si no lo hace, se va a evaporar él. Me tiene en un pedestal tan alto que no sabe cómo subirse. Piensa que mis labios son la
puerta del paraíso, pero no sabe que están envenenados. Yo soy tan cobarde que, por no perderle, no se lo digo. Finjo que no le veo y que sí, que me voy a evaporar...
Él es uno de esos príncipes que harían bien manteniéndose alejados de los cuentos y de las princesas que los
habitan. No sabe que es el príncipe azul quien tiene que besar a la bella durmiente para que despierte de su sueño eterno, pero eso es porque él ignora que todos los cuentos son mentiras, aunque no
todas las mentiras son cuentos. Los príncipes no son azules y las durmientes, aunque sean bellas, nunca despiertan de su sueño.