Le enseñé a saborear los recuerdos a través del café, a leer otra historia con solo tocar las páginas del libro, a escuchar el susurro de la luna.
Le enseñé a contar las nubes y darle forma a las estrellas, a escribir las historias más lascivas con la punta de la lengua. A descifrar silencios y a traducir miradas, le enseñé a guardar recuerdos y a cumplir promesas. A pensar en el futuro y a disfrutar el presente. A volar con los pies y a sonreir con los oídos. Le enseñé a levantarse, a caer, a dejarse vencer de vez en cuando y a romper con las leyes de la gravedad. Le enseñé a cocinar, a dibujar mariposas y a preparar poesía.
Quizá y ya lo sabía, quizá yo no lo enseñé... quizá y la que aprendió todo eso fui yo.