domingo, 29 de diciembre de 2013

Hoy no.

Hoy no voy a escribir sobre nosotros. Sobre lo que fue y no será.
No voy a hablar de tus manías, de la manera en que arrugas la frente cuando tratas de recordar, de tu boca apretada cuando te concentras en algún dibujo, del brillo de tus ojos cuando estás feliz, del tono de tu voz cuando intentas no romper en llanto, de tus manos serenas cuando te resignas a fallar, de tus miradas lascivas cuando me acomodo el sostén, de tu espalda caída cuando tu cuerpo ya no aguanta más. No voy a recordarte mordiendote el labio inferior, tus dedos formando un triángulo cuando quieres seguir la conversación, tu mirada vacía y abismal cuando te encuentras sin salida, tu lengua relamiendo los labios cuando mientes.
No quiero decir que el cielo es tan gris que extraño tus pinturas al óleo, que el frío me cala en los huesos que no han de estar bajo el abrigo de tus brazos, que me sangran los labios por no poderte besar, que el maquillaje en mi rostro no es más que un antifaz. No  quiero que sepas que me compré un vestido para un baile al que sé no me acompañarás, ni que mis botas de lluvia se convirtieron en basura desde que no estás para brincar conmigo en los charcos. No te voy a contar que en este preciso instante estás desenredando mis trenzas y limpiando las lágrimas que se empeñan en salir. ¡Ya no! ¡No otra vez! ¡Te juro que no es otro 28 en que mis ojos se niegan a cerrarse! ¡Juro que no me estoy aferrando a algo que ya terminó!
No estoy escribiendo otra nota absurda que no has de leer, te prometo que no son letras empapadas en un ¡Quédate, regresa por favor! Ya no, mi vida. Ya no.
Y es que en medio de tanta agonía sigues latente, y yo sigo intentando vivir.
Pero es que esto no se trata de ti, ni de cuánta falta me haces, ni de todos esos tragos amargos que llevan tu nombre. No se trata de las fotos, los mensajes, los dibujos. No se trata de la ropa, de los peluches, de mi alcancía y mucho menos de mis botas.
Esta entrada no habla de ti, de tus besos en mi espalda, de tus dedos en mis hombros ni de cómo tu lengua desciende por mi pecho.
No, mi vida. Esta entrada habla de mí y de lo estúpida que sigo siendo.