" Ahora sí tuvo que dominar la emoción. Y lo hizo a duras penas, apretando las mandíbulas y los puños desnudos. Se calmó a lo largo de los siguientes segundos y volvió a levantar la cabeza, que había bajado al límite de sus resistencia, para hablar de forma mucho más sosegada.
- Ya sé lo que hace un hombre con un tenedor en una tierra de sopas, Chema -musitó con algo más que tierna amargura-. Es tan simple que me parece idículo, pero supongo que todas las grandes verdades son simples -miró la lápida fijamente y acabó diciendo-: Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas bebe y come con las manos, porque el tenedor no le sirve de nada, ni va a servirle jamás. Y esas manos son todo lo que tiene, de la misma forma que el ser humano en la vida sólo tiene su honestidad para vivírla. Hay muchas tierras llenas de sopas, cargadas de olores, reclamándote con cantos de sirenas, oportunidades, éxito, lujos... pero la única cuchara para apurar la existencia está en uno mismo.
Manos y corazón. No lo olvidaré, te lo prometo.