Después sobrevivimos a mareas de faltas de ortografías y a decenas de puntos mal puestos, pero los verbos nos siguieron salvando, sin dudas, fueron los verbos, los verbos y tú, claro está. Por eso te preparé la cena sin muchos aderezos, los justos para cosernos los estómagos y continuar sin pausas. Es todo lo que necesito a estas horas, a todas, porque ya aprendí a quererte sin adjetivos, y no creo que pueda dejar de hacerlo.
sábado, 28 de julio de 2012
Te quiero; sin adjetivos.
Después sobrevivimos a mareas de faltas de ortografías y a decenas de puntos mal puestos, pero los verbos nos siguieron salvando, sin dudas, fueron los verbos, los verbos y tú, claro está. Por eso te preparé la cena sin muchos aderezos, los justos para cosernos los estómagos y continuar sin pausas. Es todo lo que necesito a estas horas, a todas, porque ya aprendí a quererte sin adjetivos, y no creo que pueda dejar de hacerlo.
En su boca.
"Lo besó hasta robarle las entrañas. Le abrió la boca y se metió dentro; primero el rostro, luego las manos y el pubis y las piernas y el alma. Le abrió la boca a mitad de la cama, sin piedad, sin preguntas; le abrió la boca con fuerza, tiró de los labios como si fuesen cuerdas de un muelle que pende, los mordió, los succionó con una presión terrible.
Después le estrujó los dientes, los obligó a colisionar, en desespero, unos con otros, y a perderse entre la garganta y el cielo y la encía. Al final, liberó a la lengua, que cual serpiente hambrienta penetró en busca de la presa. Penetró, intrusa, bojeando todos los espacios: a la izquierda, y por encima y al centro. Salió acariciando las huellas, dejando una humedad exquisita, y con una satisfacción plena cual usurpador de gobiernos.
¡Ah!, ¡esa boca!, no pudo dejarla ni en sueños, ni después de esas realidades tan ajenas. No pudo, siquiera, no pensarla, pues se le incrustó en la piel sin que apenas se diera cuenta."
¡Ah!, ¡esa boca!, no pudo dejarla ni en sueños, ni después de esas realidades tan ajenas. No pudo, siquiera, no pensarla, pues se le incrustó en la piel sin que apenas se diera cuenta."
martes, 24 de julio de 2012
En el párrafo.
"Me senté sobre el punto final del párrafo, como esperando otras palabras, pero no aparecieron. Estaba sola después de las ideas, de las comas y de otros puntos suspensivos. Y vino un temblor de sustantivos que me tumbó sobre el papel en blanco. Allí estoy, hace un buen tiempo, con frío, con hambre, con miedo… esperando, terriblemente esperando a que alguien venga, con sus dedos llenos de tinta, a escribirme las letras encima."
No preguntes nunca, porque nunca sabré qué decirte.
"Y si me preguntaran qué creo del amor, me quedaría callada. Y si insistiesen, cerraría los ojos. Y si me abrieran la boca con espéculos, me tragaría la voz. Y si me golpearan, y si me ahogaran, y si me electrocutaran, y si… aún apagaría las palabras. No preguntes nunca, porque nunca sabré qué decirte."
viernes, 20 de julio de 2012
INSTRUCCIONES PARA AMAR.
Pósese justo frente a la persona que se quiere amar. Mírela a los ojos, sonría delicadamente, no exagere. Haga lento el abrir y cerrar de ojos: baje lentamente los párpados, súbalos de igual forma. Así durante todo el procedimiento. Tome lentamente su cara y acérquela a la propia; inmediatamente verá la fusión de labios. Con suavidad, abra la boca y mezcle las lenguas, manteniendo las manos sobre la cara. Luego de algunos segundos sentirá una reacción química que liberará energía calórica, pero no se precipite, prosiga con las instrucciones. Tranquilamente aparte las manos de la cara del ser amado, deslizándolas suavemente por los hombros hacia abajo, hasta llegar a la espalda. Abrazar fuerte. Continúe con los procedimientos anteriores, verá que no experimentará ninguna dificultad para realizar estos pasos al mismo tiempo. Relaje las piernas y los brazos, sosténgase de pie sobre la persona que se quiere amar, verá que es el mejor soporte posible. Apague o disminuya la luz, el ambiente será más tranquilo. Aproxímese a una cama, preferentemente hecha sólo de sábanas. No se preocupe por las almohadas, sus propios torsos cumplirán esa función perfectamente. No se apresure, póngase, despacio, en posición horizontal, guíe al amado a ponerse en la misma posición, de manera que los dos queden acostados y de costado, mirándose una vez más. No deje nunca de abrazar. En silencio, recuéstese sobre el torso ajeno y déjese reposar un buen rato. La oscuridad le dará una sensación muy pacífica de la realidad y limitando la visión y el oído, podrá disfrutar de los sentidos que suelen dejarse relegados: el tacto, el olor, el gusto. Mantenga el abrazo, pero no se quede dormido, el sueño bien podrá experimentarse despierto. Admirar todo lo que guste, deleitarse con las más inocentes excusas, detener el tiempo mientras se ve a la persona amada hacer algo tan simple como hablar, fruncir el ceño o jugar infantil y tiernamente con un peluche. Agregue dulzura a gusto. Añada sonrisas, payasadas y bromas (las lágrimas no hacen mal si están medidas en proporción y están bien batidas con amor), regalos insignificantes como un beso en un momento inesperado o un papel escrito a las apuradas. Pueden ser valorados más que una joya.
Consejo: Las caricias y besos extras a lo largo de todo el procedimiento producirá un mejor efecto y mejor resultado. No olvide las miradas.Secreto: Esta receta es especial para noches de lluvia; el sonido de las gotas rompiendo el silencio conforma una atmósfera imperdible.
— Julio Cortázar
miércoles, 18 de julio de 2012
Si pudiera dejar de ser yo, sería él.
Si pudiera dejar de ser yo, sería su voz, el micrófono, el hilo suspendido en cualquier esquina del suéter que pende en medio del escenario sin que nadie lo vea, de cabezas, no importa.
Sería cualquier consonante de sus letras atrevidas, esa que se levantan del pentagrama y se roban el aire y castigan a la realidad con un espasmo terrible.
Sería, sin dudas, sin preguntas, sin después, aunque fuera un enlace de sus neuronas, o el equilibrio de sus manos escribiendo y profanando la virginidad del papel.Sería cada taza de café caliente, cada cuchara de azúcar, sería el humo que expire.
Sería cada tecla que acaricie con los dedos, cada movimiento de cabellos, cada parpadeo, cada silencio entre un do.
Y me hubiese quedado toda la noche escuchándolo, dejando que sus letras me dispararan en la sien, una y otra vez.
Me hubiese quedado sola, sola con él, con las notas, con las composiciones que son tan mías, porque me desnudan en el cuarto sin que nadie lo sepa, porque me trastocan los sentidos de señorita y puritana, porque me hacen pensar y creer y crecer.
Conversar con él es detenerse en terrenos movedizos. Entonces uno descubre cómo se logra el truco de los conejos saliendo del sombrero, o cómo desaparecen las palomas cuando se levanta la tela. Uno sorprende a las palabras prendidas en tu rostro, porque él habla con la misma poesía con la que compone.
Porque él escribe con la misma dulzura con la que acaricia.
Porque él destruye con la misma pasión con la que besa.
Si pudiera dejar de ser yo, sería él. Pero él no sería yo, porque él no es igual a mí; yo soy igual a él.
Si pudiera dejar de ser yo, sería él. Porque yo también sé herir.
Si pudiera dejar de ser yo, sería nada. Porque es a donde yo lo mandé.
Porque él escribe con la misma dulzura con la que acaricia.
Porque él destruye con la misma pasión con la que besa.
Si pudiera dejar de ser yo, sería él. Pero él no sería yo, porque él no es igual a mí; yo soy igual a él.
Si pudiera dejar de ser yo, sería él. Porque yo también sé herir.
Si pudiera dejar de ser yo, sería nada. Porque es a donde yo lo mandé.
"No veo por mis ojos. No nací con ellos, así que si alguna vez me buscaste en el fondo del iris, todo fue mentira.
No soy lo que distingo, nunca hubo un camino al que pudiera señalar sin caer en precipicios, cada elección de esta vida, de esta que se acaba con torturas, fue errónea.
Hay un agujero en negro que resalta en mi rostro, con decorados en las esquinas.
Hay un señor que se sienta, todas las tardes en el fondo y me sopla las historias que he de creer."
domingo, 15 de julio de 2012
Me levanté con tus ojos trabados en mi pupila y aún ando sin ver demasiado, o viendo demasiado poco. Ya me lavé la cara, pero sigues ahí, haciéndome cosquillas en el iris y caminándome por el borde de las pestañas y sentándote, dulcemente, en el lagrimal.
Me levanté hoy contigo en los ojos y me fuiste bajando por la nariz hasta la boca, por la boca hasta la garganta, y ahora, cada vez que hablo, pronuncio tu nombre.
sábado, 14 de julio de 2012
Antojos.
Me despierto en las noches con urgencia de ti, con un antojo terrible de morderte hasta los huesos, de quitarte la ropa de repente y quemarnos juntos en la misma hoguera. Entonces prendo la música de siempre, las mariposas hacen el coro, está oscuro y en silencio. Te busco entre las sábanas, camino por las paredes, y te reclamo prendida desde la lámpara. El caballito de mar y la estrella preguntan si estoy loca, les dije que no, cómo se les ocurre, les dije que solo tengo un antojo apremiante de ti.
Pero no apareces, y me obligas a calmar a la fiera de dentro con más mentiras. Pero no me cree. Mírame a los ojos: cómo crees que puedo mentirle, no es sencillo ocultar los fuegos. Nos despedimos tantas veces ya, que me es difícil recordar si por fin te fuiste o aún duermes sobre mi otra almohada. Discúlpame, le digo a mi fiera, pero eso no es suficiente, nunca lo será.
Tampoco hay café caliento, ni té verde, ni manzanas, ni queso panela, ni nutella, ni tocino... no hay nada y me desespero interminablemente. ¿Nunca te dije que te necesito para no morir?, o ¿que de todos mis abismos tú eres el más placentero?, ¿no lo hice?, pues no sé en qué estaba pensando. Mis voces tampoco llegan cuando hace falta, eso solo lo entiendo ahora, ahora que tengo antojo de ti, o de café caliente, pero tampoco hay.
Pero no apareces, y me obligas a calmar a la fiera de dentro con más mentiras. Pero no me cree. Mírame a los ojos: cómo crees que puedo mentirle, no es sencillo ocultar los fuegos. Nos despedimos tantas veces ya, que me es difícil recordar si por fin te fuiste o aún duermes sobre mi otra almohada. Discúlpame, le digo a mi fiera, pero eso no es suficiente, nunca lo será.
Tampoco hay café caliento, ni té verde, ni manzanas, ni queso panela, ni nutella, ni tocino... no hay nada y me desespero interminablemente. ¿Nunca te dije que te necesito para no morir?, o ¿que de todos mis abismos tú eres el más placentero?, ¿no lo hice?, pues no sé en qué estaba pensando. Mis voces tampoco llegan cuando hace falta, eso solo lo entiendo ahora, ahora que tengo antojo de ti, o de café caliente, pero tampoco hay.
lunes, 9 de julio de 2012
Te esperé, siendo yo la que se había ido.
Te deshilabas en silencios, que no sabías lo que querías, que no te esperara porque quizás no estaría yo al final de tus silencios o no estarías tú al final de mi espera. Pero te esperaba. Te esperé aún cuando eras puro silencio y yo seguía sin estar ahí, sin tener lugar ni verbo ni nada. Te esperé aún cuando tú ya no eras tú, un recuerdo atado a un recuerdo, a una fantasía, a una idea de todo lo que podría haber sido.
Te esperé, aún siendo impaciente. Aún y cuando ya me había terminado las uñas de las manos.
Te esperé, siendo yo la que se había ido.
domingo, 8 de julio de 2012
Cuando amanece se sienta cerca de la ventana en el suelo, y trata de olvidar; pero es muy difícil.
Abigail convierte el aire en mariposas, vuela con sus alas hasta los confines del alba y sólo regresa en las tardes junto a las tormentas. Y después intenta dormir, pero ella y la almohada no son buenas amigas, tampoco el cuarto o la cama. Abigail aún sueña con esa noche de espanto y tiene pesadillas y aprieta fuerte los ojos cuando las imágenes de los hombres que se le vienen encima; pero no siempre logra despertar. Ese hombre seguirá rondando en su cabeza a pesar de los años, a pesar del tiempo.
Y seguirá sintiéndose sucia, acorralada, débil. Seguirá teniendo miedo, a pesar de que él haya muerto.
Abigail convierte el aire en mariposas, vuela con sus alas hasta los confines del alba y sólo regresa en las tardes junto a las tormentas. Y después intenta dormir, pero ella y la almohada no son buenas amigas, tampoco el cuarto o la cama. Abigail aún sueña con esa noche de espanto y tiene pesadillas y aprieta fuerte los ojos cuando las imágenes de los hombres que se le vienen encima; pero no siempre logra despertar. Ese hombre seguirá rondando en su cabeza a pesar de los años, a pesar del tiempo.
Y seguirá sintiéndose sucia, acorralada, débil. Seguirá teniendo miedo, a pesar de que él haya muerto.
sábado, 7 de julio de 2012
Me escondí tras un labial carmín.
A veces, me dejo desnudar por otros. Algunos desnudan mis labios quitándoles el carmin color ‘estabilidad-seguridad’, otros aquella camisa que odio y tu amas.
Hoy me quitaron la poca seguridad que restaba en mi tras perder el carmín.
lunes, 2 de julio de 2012
Un día de estos me iré. Desplegaré mis alas y saldré volando; un día de estos.
"Partió un día por camino incierto. Se fue sin decir adiós… simplemente abrió las alas y se fue. Desde entonces me siento cada tarde al borde del abismo, en la esquina donde reposábamos las lluvias. Estoy tan sola que apenas puedo ver los atardeceres, y me estorban las nubes, y los vientos.
Cuando la noche llega no hago más, solo grito, bien fuerte, al vacío, a la nada que coseché durante todos los tiempos… grito bien fuerte, más no me escucho. Mi voz se pierde en los colores de las aves, en las plumas, en las alas, en las barcas con púas, y en la ensordecedora paz de las mariposas.
No soy sino una pizca salada en la cumbre de los sueños. Una molestia en alguna pupila. Una mentira bien dicha, y luego bien rota. Una promesa bien falsa, de esas que parten mientras tú regresas: sordo, mudo, ciego… pero con mi poema en la mano."
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