Si pudiera dejar de ser yo, sería su voz, el micrófono, el hilo suspendido en cualquier esquina del suéter que pende en medio del escenario sin que nadie lo vea, de cabezas, no importa.
Sería cualquier consonante de sus letras atrevidas, esa que se levantan del pentagrama y se roban el aire y castigan a la realidad con un espasmo terrible.
Sería, sin dudas, sin preguntas, sin después, aunque fuera un enlace de sus neuronas, o el equilibrio de sus manos escribiendo y profanando la virginidad del papel.Sería cada taza de café caliente, cada cuchara de azúcar, sería el humo que expire.
Sería cada tecla que acaricie con los dedos, cada movimiento de cabellos, cada parpadeo, cada silencio entre un do.
Y me hubiese quedado toda la noche escuchándolo, dejando que sus letras me dispararan en la sien, una y otra vez.
Me hubiese quedado sola, sola con él, con las notas, con las composiciones que son tan mías, porque me desnudan en el cuarto sin que nadie lo sepa, porque me trastocan los sentidos de señorita y puritana, porque me hacen pensar y creer y crecer.
Conversar con él es detenerse en terrenos movedizos. Entonces uno descubre cómo se logra el truco de los conejos saliendo del sombrero, o cómo desaparecen las palomas cuando se levanta la tela. Uno sorprende a las palabras prendidas en tu rostro, porque él habla con la misma poesía con la que compone.
Porque él escribe con la misma dulzura con la que acaricia.
Porque él destruye con la misma pasión con la que besa.
Si pudiera dejar de ser yo, sería él. Pero él no sería yo, porque él no es igual a mí; yo soy igual a él.
Si pudiera dejar de ser yo, sería él. Porque yo también sé herir.
Si pudiera dejar de ser yo, sería nada. Porque es a donde yo lo mandé.
Porque él escribe con la misma dulzura con la que acaricia.
Porque él destruye con la misma pasión con la que besa.
Si pudiera dejar de ser yo, sería él. Pero él no sería yo, porque él no es igual a mí; yo soy igual a él.
Si pudiera dejar de ser yo, sería él. Porque yo también sé herir.
Si pudiera dejar de ser yo, sería nada. Porque es a donde yo lo mandé.