jueves, 22 de diciembre de 2011

Mañana vendré para besarte aún más.

Amaneció.
El día, monótono y aburrido como de costumbre.
La tarde, horas tediosas que transcurrían lentamente.
Y ella.

Esperando con ansia a que dieran las ocho, sí, en punto. Momento en el que tomaba sus 2 horas diarias de felicidad.
7:50pm- Se lavaba los dientes con esmero, se cepillaba el cabello y se daba un último vistazo en el espejo.
7:59pm- Bajo las escaleras, se dirigió a la puerta, tomó la perilla y sonó el timbre.
-Hola- sonrió ampliamente
-Hola, que rápida eres
-Es que te esperaba
-¿Y eso por qué?
-Pues porque tenía ganas de hacer esto- le tomo por el cuello, se levantó un poco con ayuda de las puntas de sus pies y lo besó. Tan tierna como pudo, tan lento y suave como siempre lo hacía...
-¿Valió la pena esta espera?
-Por supuesto .
Ambos se abrazaron y se dispusieron a hacer lo de siempre: charlar.
Cada día había un tema nuevo, una risa más, una lágrima menos... Durante dos largos y hermosos años.
-Ya casi es hora de que me vaya
-No te vayas, bésame una vez más
-¿Por qué me lo sigues pidiendo si sabes que lo voy a hacer?
-Para que sepas que aún quiero que lo hagas.
Y así pasaron sus últimos diez minutos, entre beso y beso, caricia y caricia y sobre todo sonrisas.
-Hasta mañana
-Hasta mañana- dijo mientras lo abrazaba de nuevo, fuerte aunque no tanto como para impedir su partida
-¿Por qué no quieres que me vaya?
-Porque no estarás para besarme mientras duermo
-No te preocupes, mañana vendré a besarte aún más.
Y con esa promesa lo dejaba ir, sin despedirse ya que mantenía la esperanza de verlo al día siguiente.
Los días pasaban, las charlas continuaban y los besos se hacían presentes en cada oportunidad.

-Ya es hora
-Lo sé, ¿vendrás mañana?
-Claro, aún te debo un par de preguntas
-Esta bien, hasta mañana
-No te preocupes, mañana vendré a besarte aún más
-¡Bésame ahora!-dijo con impaciencia
-No comas ansias, mañana vendré
Y así, como cada noche él le besaba la frente mientras ella cerraba los ojos para capturar aquel beso y guardarlo por siempre en su memoria.

-¿Le habrá pasado algo? ¿Por qué aún no llega? Son las nueve y él no esta aquí...- En su mente bullían preguntas sin respuesta, excusas sin argumento, conjeturas sin indicios y un miedo irracional.
Esa noche se fue a dormir, sin un beso en su frente, sin una caricia en su mejilla, sin sonrisa alguna, sin un abrazo, sin una promesa.
El sueño no llegaba y las dudas no se iban, al contrario, aparecían más, cargadas con algo de enojo y decepción.
A la mañana siguiente despertó, un poco optimista al pensar que recibiría una explicación, bajó las escaleras y se encaminó a la sala. Su madre la esperaba, tenía una expresión de esas que claramente gritan "algo anda mal"
-¿Qué pasó?
-Lo lamento
-¿Qué pasó?- Sintió como su alma se quebraba y los pedazos de ella saltaban por sus ojos, en forma de lágrimas; su voz se escapó en ese último suspiro
-Murió
No necesitaba más explicaciones, ella sabía de lo que se trataba, sabía a lo que se refería, lo sentía. Lo sintió aquella noche en que no recibió su beso, lo sintió un día antes al no sentir el calor que emanaba el cuerpo de su amado, lo sentía ahora y lo sentiría cada noche.



Amaneció.
El día, monótono y aburrido como de costumbre.
La tarde, horas tediosas que transcurrían lentamente.
Y ella.

Esperando con ansia a que dieran las ocho, sí, en punto. Momento en el que tomaba sus 2 horas diarias de felicidad.
7:50pm- Se lavaba los dientes con esmero, se cepillaba el cabello y se daba un último vistazo en el espejo.
7:59pm- Bajo las escaleras, se dirigió a la puerta, tomó la perilla y sonó el timbre.
-Hola- sonrió ampliamente

Nadie respondió.
Salió de su casa y se sentó en el lugar de siempre, allí sin hacer ningún movimiento recordaba todos y cada uno de los besos que había guardado en su memoria. Cada movimiento de labios, cada roce, cada mordida, cada exhalación...
Día con día daba gracias por todos aquellos maravillosos momentos, cada beso prometido, cada carcajada, cada charla. Atesoraba esas dos horas diarias, su "hora de la felicidad", como solían llamarla...
De vez en cuando se lamentaba  no haber evitado esas promesas, por no obedecer su instinto y besar a su hombre hasta quedarse sin respiración.
De vez en cuando lloraba.
De vez en cuando se preguntaba ¿Por qué no me besas ahora? ¿Por qué tengo que esperar hasta mañana?