martes, 6 de diciembre de 2011

Tu boca suele ser ese asesino que disfruto a cada punzada de dolor.

No sabía qué buscaba. Esta sensación de necesidad me tenía inquieta. Busqué un cigarro, pero no cedía, mastiqué mi lápiz, pero persistía.
Hasta que de pronto me di cuenta que moría por besar tu boca.
Eso era todo. Una necesidad urgente y apremiante..
Entonces, cerré los ojos y pude verte. Elegí en mi memoria uno de tus besos. Ese que quema cuando se me acerca. El que llega despacio, se detiene antes de tocarme y luego se lanza en picada y me abre los labios. Ese del que bebe mi boca, ante el cual se rinde mi cuerpo entero, ese que me posee y me atraviesa como un puñal en medio de todos mis deseos.
Y te besé con furia, hasta que doliera. Hasta que mis labios rojos, exhaustos, palpitantes, se murieran, hasta que quedaran gimiendo lastimeros, heridos y más felices que nunca, suplicando por más antes que tú, asesino, te arrepintieras.